A través de los años, a la capital del país han llegado personas de otras provincias para trabajar y buscarse la vida, algunos son trasladados específicamente por el propio estado, otros lo hacen por cuenta propia y todos no son tan afortunados, porque dejan de correr la misma suerte, que los que consiguen estabilizarse.
En la Habana Vieja, por ser unos de los municipios más concurridos, se ven muchos mendigos, y limosneros. Caminando por la calle Dragones esquina a Águila, me llamó la atención, un señor que se encontraba sentado en el piso de la acera.
Dijo tener por nombre Evelio, con unos 50 años de edad, y es de los tantos que han venido a buscar fortuna; pero a él no le ha llegado. Desde hace más de una década reside en la capital, ya ni se acuerda del tiempo exacto, pero dice que nada le ha ido bien.
Actualmente vive en la calle y duerme en el piso, para atrás no puede virar, porque liquidó todo lo que tenía para poder residir en La Habana.
Él tiene los pies descalzos y ulcerados debido a la falta de higiene y por la diabetes mal cuidada que presenta; está sucio y mal oliente, con un pozuelo en la mano para que todo el que por allí transite le deje caer alguna moneda, y así llevarse algo a la boca. Durante el día se alimenta con los desperdicios de una cafetería que queda frente a donde pernocta.
La respuesta cuando alguien le da alguna moneda es: ¡Qué Dios lo bendiga! Ante mi curiosidad por saber si le habían brindado ayuda médica, me contestó que hasta la fecha nadie se había pronunciado para curarle al menos las úlceras que tiene en los pies.
Evelio debe tener su historia personal, pero la del día de hoy es la que su estado físico le cuenta a cualquier que solo fije en él la vista. Verlo, es realmente triste.
La Habana, 12 de julio de 2014.