NO HAY excepciones ni punto de relieve entre los dirigentes de los países de América Latina a la hora de encarar el trabajo de los periodistas y de asumir la libertad de prensa. Los discursos sobre el tema suelen ser tajantes y luminosos pero lo que caracteriza la gestión de algunos es el secretismo con las informaciones públicas. En otros, la indiferencia ante acciones criminales de narcotraficantes contra los comunicadores. Y para ciertos jefes políticos lo importante es controlar todos los medios y callar las voces discordantes.
El escenario es desolador y sin porvenir en una región que ha contado siempre con una tradición de periodismo independiente, profesional, al servicio de la sociedad y con figuras importantes a nivel internacional en la investigación periodística y las columnas de opinión.
En una decena de naciones se aprecia un sentido homenaje a la demagogia. Han aprobado leyes para hacer más transparente el acceso del público y los medios a la información estatal y después imponen trabas legales y capítulos que las dejan muertas en las gavetas.
La SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), una institución fundada en 1943 que reúne a casi dos mil periódicos y revistas de la región, reveló esta semana en Santiago de Chile que en países como Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela no se cumplen las disposiciones legales sobre acceso a la información pública y además «los mandatarios rechazan la realización de conferencias de prensa y entrevistas, además de utilizar a los medios gubernamentales como instrumento de propaganda».
La zona más grave de la realidad del periodismo latinoamericano de hoy es el peligro de muerte que acosa a centenares de corresponsales que trabajan en medios de provincias. Ellos están menos protegidos que los que funcionan en las capitales. El 90% de los comunicadores asesinados en Perú, Guatemala, Paraguay México y Honduras son informadores de provincias. Suelen ser víctimas del crimen organizado y en sitios como Brasil y México en convivencia con las clases dirigentes, dice la SIP.
El periodismo en América Latina se estremece frente a los populistas que le hacen remiendos a las instituciones, los líderes con carnet de demócratas, los que controlan los medios con dinero y los asesinos que siguen libres después de matar a reporteros desamparados.