Martes , 27 Junio 2017

Salvadores armados

LA PROPUESTA de un movimiento redentor de los pobres, el llamado Socialismo del Siglo XXI, con Venezuela como centro promotor de discursos y apoyos financieros, no se movió del siglo XX. Se comportó siempre, en el plano económico y represivo, como Cuba, su desarbolada ilusión política. Esta semana, sus últimos representantes se han portado en la calle contra los estudiantes rebeldes con la violencia de cualquiera de las dictaduras militares que asolaron la región la centuria pasada.

Hugo Chávez, el iniciador de la idea, anunció que produciría la felicidad de los trabajadores latinoamericanos con la fluidez que la rica Venezuela produce petróleo, pero el fallecido paracaidista, con la inestimable ayuda del presidente Nicolás Maduro, consiguió empobrecer y dividir a su país y dar marcha atrás hacia un populismo que es la base perfecta para un régimen totalitario.

Lo que sobrevivía de aquella idea, que fue siempre pura retórica de barricada y de murales, se quedó en la tumba de su inventor. Los herederos no volvieron a mencionarla. Se dedicaron a usarla como una insignia, disfrutar del poder eterno y a administrar la ambición y la torpeza de quienes gobiernan con dogmas ideológicos por encima de la realidad, la diversidad y las aspiraciones de los países. La imposición de una doctrina política, la escasez de alimentos y de medicinas, la inflación, la falta de libertad, la corrupción, la inseguridad, la persecución implacable de los medios libres y los reajustes y trampas en los mecanismos democráticos de la sociedad, se han combinado ahora en Venezuela con la noción del tiempo que tienen los fanáticos del totalitarismo. Para ellos, el reloj es una esfera en blanco sin ningún número que señale el final.

Lo que pasa es que a un sector importante de la oposición, a los estudiantes y a los venezolanos que quieren libertad, se les acabó la paciencia. Han salido a la calle a reclamar lo que los sagaces jefes le niegan y le negarán en los enmarañados procesos electorales que controlan desde las alturas. «Ya no hay tiempo que perder», dijo la diputada opositora María Corina Machado, «¿qué es lo que vamos a esperar para salvar a Venezuela».

Es una nueva etapa peligrosa y difícil porque los populistas con carné de salvadores de los pueblos consideran que están destinados a gobernar para siempre. Y ellos tienen las armas.


 

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