En todos los países del mundo viven y progresan personajes brutales con ínfulas de diosecillos inmortales y se producen situaciones absurdas diseñadas por analfabetos creativos como homenajes involuntarios al maestro André Breton. Lo que pasa es que en América Latina esos personajes trabajan, hacen sus vidas en las estructuras del poder político y son ellos los que, desde los palacios y los cuarteles, organizan los episodios surrealistas que le ponen la carpa de circo al folclore de aquella región.
La gente que los padece y los sectores sociales que los combaten o los denuncian con claridad y lucidez aceptan con indignación y amargura que se les asocie con la gestión de quienes, durante muchos años, desde el siglo pasado, han contribuido a retratarlos como repúblicas bananeras controladas por la corrupción, la inestabilidad y la arbitrariedad. Esa es la etiqueta que aflora con demasiada frecuencia y con argumentos irrebatibles. El panorama de la actualidad latinoamericana lo demuestra.
En México se desarrolla, como el capítulo de acción y misterio de una novela jabonera, la fuga del gánster Joaquín Chapo Guzmán de la cárcel más segura del país. Se incluye un túnel, como indican los viejos maestros de la emoción, y se hace el aporte de una moto de ferrocarril, un medio de transporte que ni siquiera pudieron soñar Breton y sus amigos.
Si se desvía la mirada para Venezuela, con la oposición y la prensa perseguidas y acosadas por la policía, la noticia es que el presidente Nicolás Maduro hará una campaña por defender los derechos humanos en España y ha utilizado toda su habilidad metafórica para asegurar que Europa le ha puesto una pistola en la cabeza al primer ministro griego Alexis Tsipras para que se viera obligado a aceptar el rescate económico.
Un poco más al sur, en Brasil, el ex presidente Lula da Silva, un conocido líder del proletariado de su país, está bajo una investigación de la Fiscalía para ver si cometió un delito de trafico de influencias a favor de la empresa constructora Odebrecht, que pagó viajes del dirigente a países como Cuba, Venezuela, Panamá, República Dominicana y Ghana.
El paisaje se cierra con una fiesta que hasta hace poco parecería irreal. La dictadura cubana, arruinada y violenta, organiza mañana un guateque con 500 personas en Washington para celebrar la reapertura de su embajada en el malvado corazón del imperio.
Tomado de: elmundo.es