La actitud del representante del gobierno cubano en el recién finalizado 26 Período de Sesiones del Consejo de Derechos Humanos (CDH), no deja dudas sobre la continuidad de la represión contra los activistas prodemocráticos.
Una vez más los señalamientos críticos en cuanto a la libertad de expresión y asociación fueron rechazados con los mismos argumentos.
Para La Habana, se trata de un plan con el propósito de desacreditar el modelo político que según sus voceros respeta íntegramente las libertades fundamentales desde su implantación en enero de 1959.
Como botón de muestra para cuestionar ese punto de vista, basta remitirse a lo expresado por el directivo de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), Elizardo Sánchez, a instancias de lo ocurrido el miércoles 11 del mes en curso.
El veterano activista destacó el aumento de las detenciones arbitrarias a corto plazo por motivos políticos. En esta oportunidad superaron las 40.
De acuerdo a las estadísticas que elabora mensualmente junto a un grupo de colaboradores, el número de arrestos en los primeros cuatro meses del 2014 superan los ocurridos en igual período del año precedente. En el 2013 se contabilizaron un total de 2, 795 frente a los 3, 821 del pasado cuatrimestre.
Ante estas cifras, la posición de la diplomacia insular queda expuesta a la desvergüenza. Algo que no parece importarle mucho.
A fin de cuentas nunca hay consecuencias por las reiteradas y flagrantes violaciones a los derechos humanos.
La idea de que el CDH sería un organismo más efectivo que el anterior, disuelto en el 2006, se esfuma en cada encuentro.
Pese a los reproches y las recomendaciones, los regímenes despóticos se mantienen en el poder haciendo de las suyas.
En lo que respecta a Cuba, semana tras semana la policía política y sus secuaces llevan a cabo decenas de acciones que vulneran la integridad física y psicológica de las personas vinculadas a los grupos contestatarios.
Desafortunadamente, la impunidad crece sin que aparezcan los mecanismos para enfrentarla con éxito.
A menudo se cuestiona la pasividad del pueblo cubano. Se arguye la falta de acciones masivas contra la dictadura sin pensar en la capacidad del gobierno para neutralizar cualquier movimiento contrario a sus intereses.
Combatir a una dictadura de corte totalitario no es fácil, más cuando los autócratas tienen a su favor la insularidad y la escasa importancia geopolítica de Cuba en el contexto internacional actual.
Se necesita un cambio en las estructuras de las Naciones Unidas que se dedican al monitoreo del tema abordado en este artículo.
Está bien el debate y las amonestaciones, pero es hora de que se baraje la posibilidad de una mayor implicación de la comunidad internacional en asuntos que rebasan el marco de la soberanía nacional y otros clichés tan usados por los caudillos para legitimar sus atropellos.
Ojalá que el venidero período de sesiones del (CDH) no vuelva a caracterizarse por la rutina.
En Cuba, hace 55 años que no hay elecciones libres hace, no hay libertad de prensa, se detiene y golpea a los disidentes en las calles y se encarcela por las razones más inverosímiles.
Resulta patético que a la única dictadura del hemisferio occidental se le haya concedido un asiento en el CDH.
Es tiempo de que cambien las percepciones y se restaure el prestigio de las entidades vinculadas al sistema de las Naciones Unidas.