La modesta apertura liderada por Raúl Castro y sus compinches ha ensanchado las rendijas para que la desesperanza y el tedio fluyan mejor desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí.
A estas alturas son pocos los que creen que el socialismo puede constituirse en una vía para alcanzar la prosperidad económica tal y como lo anuncian los voceros del oficialismo.
Por eso la mayoría de la población prefiere probar suerte en otras latitudes antes que continuar a merced de las promesas, la inflación, los riesgos a enfrentar en cada una de las incursiones en el mercado negro y de otras consecuencias no menos dramáticas.
En todo este diseño de transformaciones a medias y hojarascas mediáticas, la economía de la Isla sigue sin alzar el vuelo. En cambio la curva de los hechos represivos gana en altura.
La combinación define las directrices de una estrategia cuyo fundamento es conservar los intereses de una élite política que ha ido desplazándose del marxismo-leninismo hacia formas notoriamente fascistas.
En el fondo, no existen compromisos serios de transitar hacia una democracia. La idea es soltar algunos lastres sin abandonar la idea de aplicar la fuerza, en todas las variantes posibles, como elemento de legitimización.
Respecto a este tópico, valdría la pena destacar un detalle del último informe elaborado por la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), donde se documenta la existencia de 114 presos políticos y de conciencia.
La cifra refuerza las tesis más pesimistas en torno a un cambio de los tradicionales posicionamientos del régimen en materia de derechos civiles y políticos.
El aumento exponencial tanto de los encarcelamientos como de otros actos lesivos a la integridad física y psicológica de líderes y activistas contestatarios, echa por tierra las esperanzas de que los miembros de la gerontocracia estén dispuestos a reinventar el futuro de Cuba.
En el ocaso de su tiempo histórico y biológico insisten en la intolerancia y el abuso.
Las concesiones que han hecho y harán tienen límites muy bien definidos.
Si algo no faltará en las tentativas de conciliar el capitalismo salvaje con el partido único es la violencia.
El odio y los garrotes están garantizados para llevar a cabo la tarea. De las ornamentaciones retóricas, ni hablar. Sobran voces para adelantar nuevas conquistas y pedir más sacrificios.
El asunto es salvar el socialismo aunque haya que romper cabezas, como una vez dijo el recientemente fallecido general Sixto Batista Santana.
Como están las cosas, el cráneo roto puede que no sea suficiente. Ese desenlace pudiera ir acompañado de un viaje a la cárcel.
Entre los escasos pilares de la eficiencia aparecen los esbirros. Donde sino.