Después de dictadas la primera y segunda ley de Reforma Agraria, así como las expropiaciones de propiedades norteamericanas y las de los bancos y las restantes grandes empresas en octubre de ese año, solo quedaban algunas tierras en poder de pequeños agricultores y unos 58 mil negocios de poca y hasta minúscula envergadura; pero en 1968 la llamada Ofensiva Revolucionaria dio fin a todos ellos, acabando así con la propiedad privada en el país.
Solo se han mantenido -como imborrables recuerdos- las identificaciones en los portales de muchos de estos negocios, que los ciudadanos pisan día a día. En un recorrido por solo cinco calles de La Habana; Monte, Galiano, Belascoaín, Reina y Neptuno, se pudieron constatar en el piso más de 50 inscripciones, pero algunas muy desgastadas e ininteligibles, que sirven de memoria a la propiedad privada, a la cual –según ha dicho Josefina Vidal, en sus recientes conversaciones con el Gobierno de Estados Unidos de América- el régimen no pretende dar cabida de nuevo.
En los años que siguieron a la Ofensiva Revolucionaria, no se restableció ese sector y la Constitución de la República solo reconoció a los pequeños agricultores y la propiedad personal, que especifica que no puede ser utilizada “para la obtención de ingresos provenientes de la explotación del trabajo ajeno”.
El trabajo por cuenta propia, por su parte, ha tenido sus avatares, ya que primero se reconocieron 63 actividades, después se prohibieron como parte del proceso de Rectificación de Errores, después de 1993 se aprobaron algunas más y finalmente se extendieron a unas 200, pero no está reconocido como tal constitucionalmente.
De igual forma la Ley de la Inversión Extranjera, solo establece como Inversionista Nacional a las personas jurídicas, por lo que los trabajadores por cuenta propia quedan expresamente excluidos. Igualmente ocurre con las cooperativas “no agropecuarias”, nombre virtual que se le ha dado a esta forma de producción y servicios, pero que aunque sean colectivas solo están integradas por personas naturales.
Para completar estas restricciones habría que agregar que tanto el ministro de Economía, Marino Murillo, como el presidente Raúl Castro; han proclamado en diversas ocasiones, que no se permitirá la concentración de capital en los pequeños negocios, por lo que los cuentapropistas y las cooperativas no agropecuarias, quedan condenados a no expandirse.
Las personas pasan indiferentes una y otra vez sobre los mudos recuerdos de esos centros, sin percatarse que representan el testimonio de un despojo y además el recuerdo de lo que según el régimen no volverá.
La Habana, 27 de enero de 2015.