A más tardar el año próximo, la Unión Europa podría dar un vuelco a la Posición Común, adoptada en 1996, que condiciona la normalización de relaciones con el gobierno cubano a una mejora en los estándares de derechos humanos, entre otras exigencias de carácter político.
La reciente reunión del director general para las Américas del Servicio Europeo de Acción Exterior del bloque comunitario, Christian Leffer, con los grupos políticos del Congreso de los Diputados de España, deja entrever posibles avances en este sentido durante la tercera ronda de diálogo UE-Cuba que tendrá lugar el 4 y 5 de marzo en La Habana.
¿Se flexibilizarán las exigencias del documento aprobado en 1996 por la referida entidad para garantizar el progreso de las negociaciones en curso?
De acuerdo al ambiente que se creado en torno a la problemática cubana, es posible que se moderen los requerimientos.
Las políticas de fuerza van quedando a la zaga. Lo que se impone es la revisión del acercamiento crítico hacia posiciones más pragmáticas.
El inicio del arreglo entre los Estados Unidos y el gobierno comunista, favorece estos derroteros.
Ante la paulatina consolidación de un escenario que por el momento sirve solamente para dar cobija a mayores dosis de incertidumbre, no es desatinado pensar que aumente el margen de inserción global de la última dictadura del continente americano a cambio de concesiones mínimas y puntuales.
Un ligero incremento de las reformas económicas, la liberación parcial de prisioneros políticos o un manejo más sofisticado y cínico de la tolerancia, podría ser usado como justificante para eliminar los obstáculos que hasta el momento impiden la normalidad en las relaciones del castrismo con las mayores democracias del mundo.
Los plazos para redondear un acuerdo tanto con Washington como con Bruselas, poco tienen que ver con la prisa y sí con el interés de una gradualidad donde no haya rupturas desestabilizadoras.
Frente al desarrollo de tales dinámicas, el reto de las fuerzas prodemocráticas al interior de la Isla es mayor.
Es necesaria una reinvención de los discursos y procedimientos. El precio a pagar por la desunión y los escándalos será más elevado y de hecho tomado como elemento para justificar omisiones en el juego político que se construye paso a paso.
Las voces que abogan por el aislamiento u otras medidas de coerción, se pierden entre una apuesta que tiene sus asideros en unas de las vertientes de la realpolitik.
De no hallar fórmulas que superen la repetición de viejos errores y logren ampliar la base popular, definitivamente el tema cardinal del asunto, se precipitarán las peores consecuencias, en un momento en que se pretende dar forma al futuro de la nación.
El congresista Teófilo Luis, del Partido Popular, que participó en la reunión con Leffer, confía en que Europa mantendrá sus demandas al régimen de La Habana como requisito para formalizar un acuerdo político.
En cambio, el socialista Juan Moscoso, destacó la “actitud positiva” del gobierno encabezado por Raúl Castro para propiciar el acercamiento.
Dos posiciones que matizan el contraste en la interpretación del tema.
A la luz de los acontecimientos y sin menospreciar ninguna de las opiniones, el legislador del PSOE se coloca en el grupo de los que quieren ofrecer mucho a cambio de casi nada. La metamorfosis del modelo a cuenta gotas.
Dicen algunos que el producto final es un autoritarismo light. Razones no le faltan para hacer ese pronóstico.