Las relevantes personalidades del arte y la cultura que anuncian a los cuatro vientos que van a Cuba y se retratan frente a un carro viejo rodeados de guatacas, policías, funcionarios y, cómo no, de algunos admiradores, no visitaron un país. Han estado de paso en un escenario violento y prohibido por más de medio siglo que ahora se disuelve en un capitalismo barato y en otras circunstancias superficiales y vanas como, por ejemplo, sus visitas aspaventoansas.
Ellos no van a ver a Cuba. Van a que los vean en lo que creen que es ese país porque así resuelven si están escasos unos cuantos titulares en los medios y se ponen una medalla de bagazo en sus solapas de rebeldes, inconformistas y subversivos. No respiran y caminan por una nación, los llevan, con leves y cordiales empujones, a la franja blindada de una sociedad secuestrada por una dictadura que tampoco dirige Cuba; controla, por las armas, su geografía en la que se desploman las ruinas de un sistema fracasado.
Los figurones presentan sus viajes como hazañas y cada día se apuntan más viajeros a ser recibidos como huéspedes de los verdugos y a dejarse ver junto a unos tambores o de paseo por las calles clareadas por los derrumbes.
Esa zona del Caribe a donde fueron y a donde irán otros a dejarse fotografiar no es un país. Es una realidad impuesta por el grupo de poder que hoy reclama los dineros de inversionistas extranjeros para dejar a sus herederos en Palacio al mando de aquella entelequia. Y es una puesta en escena oficial a la que la oposición pacífica, el periodismo independiente y los artistas rebeldes quiere dejarle caer el telón para trabajar por una transformación profunda que le devuelva la libertad a todos los cubanos.
El privilegio de viajar a aquel país y volver a sentirlo, verlo y tocarlo parecen tenerlo los que alguna vez se tuvieron que ir o fueron expulsados o no soportaron más la dictadura. Hace poco me contó un amigo de Camagüey que fue a visitar a su padre enfermo y que la misma noche de su llegada salió al patio de su casa y estuvo allí hasta que comenzó a salir el sol. “Volví a mi infancia” me dijo, “pasó por mi cabeza bajo la mata de naranja y el silencio de la madrugada toda la vida de mi familia y disfruté volver a vivir en Cuba”.
Creo en esa Cuba que vivió otra vez hasta el amanecer porque ni la distancia ni la dictadura la han podido borrar.
Pero, lo dicho, ninguno de los famosos personajes mediáticos ha ido a Cuba. Ninguno irá. Tocaron y tocarán una realidad limitada y provisional porque aquel país verdadero sólo palpita en la memoria de los cubanos, en las historias que le han contado a sus descendientes y en la ilusión, las esperanza y los empeños de quienes trabajan por salvarla.
Madrid –18 de octubre, 2015
Tomado de www.elnuevoherald.com