Martes , 27 Junio 2017
Ni indulto ni amnistía

Ni indulto ni amnistía

El castrismo se resiste a reparar el error que cometió en la primavera de 2003.

Aquel encarcelamiento masivo todavía está fresco en la memoria de quienes sufrimos el rigor del operativo que culminó con las desproporcionadas condenas.

En la cárcel tuvimos la oportunidad de conocer el lado más siniestro de la dictadura. Padecimos la soledad del aislamiento durante largos meses, el maltrato de los carceleros, la insalubridad, los alimentos en mal estado y también la convivencia con delincuentes comunes de alta peligrosidad.

Todo eso solo por saltarnos las talanqueras que el partido único ha levantado para conservar la pureza de un modelo que construyó acorde a sus intereses.

Simplemente nos cansamos de estar en el redil, de rumiar nuestro rechazo al socialismo real.

Eso fue suficiente para ser aleccionados como si hubiésemos puesto bombas en un parque infantil o en un círculo de abuelos.

Recuerdo la sorpresa de los criminales encerrados en la prisión de Guantánamo, donde fui ubicado para extinguir los 18 años de cárcel, al explicarles que estaba allí por hacer periodismo al margen de las instituciones del gobierno. Al principio se resistían a creer en mis argumentos. Solo con el tiempo se convencieron de que no les había mentido.

El pasado 22 de febrero tuve otra evidencia de que el régimen no tiene intenciones de reparar sus excesos con gestos que merezcan el elogio.

En vez del indulto o una amnistía, concedió un permiso, por una sola vez, para viajar al exterior.

Eso se lo comunicaron a los 11 del Grupo de los 75 que rechazamos el destierro.

La dispensa revela la mezquindad y el odio que subyace en las mentes de quienes convirtieron al país en su finca.

Algunos colegas, en todo su derecho, han rechazado de plano la oferta.

Otros ya preparan maletas, entre los que me incluyo, para materializar visitas a familiares y amigos deseosos de un encuentro postergado por la tozudez de los carceleros.

Será un periplo limitado por la circunstancias. La sensibilidad de los halcones del poder absoluto no da para más.

Así que me voy, no se todavía cuándo, para dentro de unos meses regresar a la cárcel. La condena de 18 años sigue vigente.

Desde el 6 de diciembre de 2004 no estoy en el listado de algunas de las prisiones y campos de trabajo que existen en el territorio nacional.

Ese día tuve la engañosa sensación de que era libre. Salía de un centro penitenciario, esta vez del Combinado del Este en La Habana, rumbo a mi hogar a continuar cumpliendo la pena impuesta por el tribunal con la advertencia de una revocación si no tenía un buen comportamiento.

En realidad nunca he dejado de escribir sin mandato dentro de la precaria protección de la licencia extrapenal por motivos de salud que me otorgaron sin previo aviso.

El día que me comunicaron la posibilidad de salir al extranjero, vinieron a mi memoria los ruidos de los candados y los cerrojos, y las voces de los guardias anunciando la formación para el recuento.

Una señal para recordarme que todavía soy un preso.


 

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