En Manzanillo, provincia Granma se aprecia un alza de personas en extrema pobreza. Muchas han acudido al alcoholismo y las drogas como única solución para evadir la situación frustrante que les impide tener una vida decorosa y poder ayudar a sus familias; es por eso que pasan a engrosar la lista de los hospitales psiquiátricos o las frías estadísticas suicidas.
Son seres humanos que dada la crítica situación económica que atraviesa el país les fueron suspendidas sus chequeras de asistencia social, o por la desatención del régimen no existen casas o albergues donde puedan residir.
Otros amparados en la creencia en San Lázaro o la Virgen de la Caridad del Cobre, piden en las esquinas limosnas a todos los transeúntes. Los discapacitados se ven obligados para mal vivir a vender jabas de naylon, cuchillas de afeitar, con el riesgo de ser multados al realizar estas actividades consideradas ilícitas por el régimen.
Algunos buscan restos de comidas en los latones de basura o como le llaman “bucean”, pero los casos más extremos son aquellos que conociendo que el culpable es el sistema -que no funciona- se prestan por un poco de alcohol o una cajita de comida a reprimir a los opositores, alcoholizados y utilizados por la Seguridad del Estado participan en actos de repudios, y fisgonean en las viviendas de los que no simpatizan con el caos imperante.
Es doloroso y triste apreciar toda esta miseria causada por una élite gubernamental que vive en la opulencia y que mantiene a la opinión internacional engañada con una falsa prosperidad cubana.
Manzanillo, julio de 2015.