Para la inmensa mayoría de la población cubana, tener que utilizar el transporte público es una odisea; además de la incomodidad por el exceso de pasajeros que transportan estos medios, está también el hecho de que en estos ómnibus viajan todo tipo de personas, algunas con trastornos psíquicos, otras con enfermedades irreversibles.
En ocasiones uno se encuentra en ómnibus estatales a individuos de aspecto desaliñado y rostros con signos evidentes de enajenación, con mochilas a la espalda en las que se pueden ver agujas incrustadas semejantes a las que se suelen utilizar para coser ropas o zapatos, estas personas no se quitan de las espaldas sus mochilas por lo que algunas de esas agujas puede hincar la mano o el antebrazo de algún viajero.
Lo que aumenta la incertidumbre y el temor de los pasajeros es el hecho de que cualquiera de estas agujas alcanzara a estar infectada con VIH, pues el que las lleva incrustadas en su mochila pudiera ser un enfermo de SIDA.
Por lo que los ciudadanos cubanos deben enfrentarse, no solo a los cada vez más escasos medios de transporte, sino también a esta realidad agobiante de que para llegar a sus trabajos deben sortear toda clase de peligros.
Es por eso que no es equivocado decir que la presión psicológica bajo la que vive la población cubana es sencillamente agobiante.
La Habana, 20 de noviembre de 2014.