A finales de 2009 el Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR) redactó y publicó un texto que llamamos Cuba profunda habla como respuesta a un mensaje de ocho intelectuales cubanos a 59 líderes afronorteamericanos que entonces criticaban la persistencia del racismo en Cuba.
De la fecha a acá, si bien hay más fluidez discursiva y simbólica desde el gobierno y en la sociedad respecto al tema racial, permanecen intactas la narrativa, la aproximación y las ausencias instrumentales, tanto a nivel político, institucional como constitucional que podrían haber instituido al menos dos procesos clave en la lucha contra el racismo en nuestro país: un debate público abierto a la ciudadanía, y un movimiento de reforma legal en camino hacia legislaciones específicas y proactivas en ese ámbito.
Seis años después, ¿qué cambios reales se han producido desde el Estado en relación con la lucha contra el racismo y la discriminación racial en Cuba?
Tres en concreto.
En primer lugar hay un cambio fundamental que merece ser destacado: el estado de negación del Estado cubano es cosa del pasado. Sea como reacción a la presión diversa pero permanente de círculos de discusión cultural, cívica e intelectual de la sociedad cubana, a la mayor exposición frente a la mirada global o la desnudez con la que aparece el nuevo campo sociológico de la nación, el Estado cubano reconoce el problema. Lo que está teniendo un impacto de descongelación mental y sicológica sobre pequeños pero resistentes sectores sociales que fueron educados con la visión de que la llamada revolución era sinónimo inmediato de antirracismo, y se traduce en una autorización de Estado para que espacios culturales e intelectuales reconocidos por él ambienten una conversación estructurada, si bien ya muy esporádica, sobre temas raciales.
En segundo lugar, un tímido intento o propósito de convertir en políticas públicas, viejas pero importantes demandas para balancear las asimetrías históricas y culturales en materia educacional. Aunque continúan en modo de espera, las promesas de reformar los materiales de estudio para adecuarlos más a la historia cultural del país han creado un vínculo intrainstitucional específico entre algunas espacios culturales y el Estado más allá de sus vínculos institucionales formales a través del Ministerio de Cultura. Los materiales de estudio en los niveles primarios y secundarios no han sido reformados todavía, pero hay una percepción institucional de que su reforma es necesaria.
En tercer lugar, un reforzamiento de las presencias simbólicas, de las autonomías estéticas y de la visualización cooptada de expresiones religiosas subalternizadas. Esta liberalización cultural ha permitido desdramatizar la diversidad religiosa en el país y la nivelación sociológica entre las diversas religiones.
En el CIR pensamos que estos cambios son destacables por dos razones: impactan la percepción y crean premisas imprescindibles para una discusión más sosegada sobre el imaginario cultural de la nación.
Pero, como se refleja en su informe al Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) de 10 de agosto de 2016 -la referencia documental que debemos emplear para nuestra aproximación analítica-, el Estado cubano se niega a dar los pasos en las direcciones estructurales imprescindibles para modernizar su visión sobre la problemática racial y para permitir la exposición pública de la rica diversidad y pluralidad que va por delante de la estrecha concepción y política del Estado.
El enfoque conceptual no ha cambiado. Todavía el gobierno no alcanza a distinguir entre racismo y discriminación racial. Sigue insistiendo por otra parte en que la acción de la sociedad civil es subsidiaria respecto de la acción del Estado, basado en la concepción premoderna de que las instituciones representativas tienen más legitimidad que los ciudadanos. Se sigue concibiendo a sí mismo como el origen del proceso cultural y continúa considerando que la unidad en el Estado exige la unidad, pensada y determinada por él, en la sociedad.
¿Qué revela un análisis preliminar de este Informe del gobierno cubano al CERD?
En el punto 1 del apartado correspondiente a la Introducción se adelantan, citamos, “novedades legislativas, judiciales, administrativas o de otra índole adoptadas en este período…” Interesante notar en este punto que la presentación del informe se produce tres años más tarde de la fecha fijada por el CERD al gobierno para cumplir el trámite. Las recomendaciones que aquel hizo al gobierno datan de 2011, y este debía responder por escrito en el 2013. Al hacerlo en el 2016, tres años posteriores a lo pactado, habría tenido prácticamente cinco años para implementar esas “novedades”, que sin embargo no especifica a lo largo del Informe.
En el punto 4 de la misma Introducción se revela ya uno de los límites conceptuales a los que hacíamos referencia más arriba. Allí, se reconoce que el Grupo Nacional para la elaboración del Informe, incluye por último a las organizaciones de la sociedad civil, las que precisamente más han trabajado el tema, en tanto el Estado cubano no cuenta con mecanismos ni instituciones dedicadas a trabajar en forma directa con la problemática racial. Y no es casual que no se mencione a la ciudadanía, considerada mundialmente como el principal actor en materia de derechos humanos, civiles y políticos. De hecho, a lo largo del Informe el gobierno nunca responde positivamente al punto 26 de las recomendaciones hechas por el CERD en 2011, donde le insta a reconocer la competencia del Comité para recibir y examinar comunicaciones individuales.
En el apartado II, donde se brinda información relativa a los artículos 2 a 7 de la Convención, cabría esperar una de las primeras “novedades legislativas” anunciadas en la Introducción. En lo absoluto. Lo más concreto lo tenemos en el punto 7, que nos instruye sobre lo que aparece en la Constitución cubana de 1976, y que no fue objeto de modificaciones sustanciales con las reformas constitucionales de 1992 y 2002. Y por aquí sabemos que la política dirigida a la eliminación de la discriminación racial tiene rango constitucional “a través de los capítulos I, que toca a los ‘Fundamentos políticos, sociales y económicos del Estado’; VI, que toca la ‘Igualdad’ y VII relacionado con los ‘Derechos, deberes y garantías fundamentales de la Constitución de la República”.
No aquí hay innovación constitucional ni sustancial, ni temporalmente.
El análisis del punto 10 del Informe nos puede ilustrar mejor sobre la ausencia de novedad en legislaciones asociadas a sectores específicos que sufren discriminación o desventajas históricas.
El punto 10 tiene que ver con la Ley 116, Código de Trabajo, que garantiza legalmente igualdad de condiciones para todos los trabajadores, ello en consonancia con el Capítulo VI de la Constitución que toca a la igualdad de todos los ciudadanos. Visto a partir de la concepción jurídica del gobierno, y desde la generalidad de esta Ley y su presumible ubicuidad social, habría sido innecesaria la presentación, como de hecho lo fue en 2015, de un proyecto de ley concreto, vinculado al Código del Trabajo, para proteger los derechos de la comunidad LGBTIQ en materia laboral, lo que sí habría supuesto una innovación legislativa. Proyecto este que fue vetado por la Asamblea Nacional en sus sesiones del mismo año 2015, demostrando por un lado la necesidad de protecciones específicas para sujetos concretos, y por otro, la ausencia de voluntad política para responder a las demandas crecientes de una sociedad crecientemente diversa y más compleja.
Pero en temas de discriminación racial, no hay ni siquiera en el horizonte una propuesta de ley similar a la que se adelantó para la comunidad LGBTIQ. Sin embargo, se presenta como innovación legislativa el mismo tipo de precepto constitucional general y vago de cualquier Constitución en la América Latina, donde sí se ha avanzado hacia legislaciones modernas que promueven y defienden los derechos de las comunidades afrodescendientes e indígenas.
Otros puntos del informe se desplazan en el mismo nivel de vaguedad y generalidad para intentar demostrar cuánto el Estado cubano ha hecho contra el racismo y la discriminación racial.
A partir de aquí es importante retomar una distinción que consideramos es esencial para analizar tanto el enfoque, la concepción como las políticas públicas y los pasos estructurales en la problemática racial.
Racismo y discriminación racial se rozan orgánicamente, pero no son conceptualmente lo mismo. El racismo tiene que ver con las estructuras impersonales y con las condiciones ambientales que generan una discriminación estructural sobre sujetos colectivos, con independencia de la voluntad y de las prácticas de los decisores. Puede ser fruto de una ideología activa o heredada; puede también institucionalizarse dentro de los hábitos de la cultura y la disposición hegemónica en la que estos decisores se mueven, pero no necesitan mostrarse en prácticas penalizables para lograr sus efectos discriminadores. El sueño de todo racista sería que el racismo fuera tan estructuralmente viscoso que hiciera innecesario sus actos racistas. La sociedad actuaría por él, revelándole de la necesidad de actuar.
La discriminación racial, a diferencia, es un asunto de personas concretas discriminadas por personas concretas. Es una práctica. Los ambientes estructurales del racismo pueden servirle de estímulo, pero una discriminación racial está en condiciones de producirse en ausencia de racismo estructural y contra políticas públicas antirracistas. Son por tanto visibles a través de víctimas y de perpetradores visibles para los códigos penales.
En Cuba se trata más de lo primero que de lo segundo. El racismo pervive porque las estructuras políticas y culturales que los legitimaron siguen en pie, ahora dentro de una contranarrativa que lo oculta y que se justifica a sí misma en que, es cierto, la discriminación racial, como actos de personas contra personas, no es predominante en nuestro país. Ya existe y se institucionaliza en aquellos espacios, privados o públicos, cuyas políticas se diseñan y escriben para no admitir afrodescendientes. Pero no se constituye aún en tendencia sociológica.
Y todo el Informe del gobierno al CERD está atravesado por la confusión interesada que genera esta falta de distinción conceptual. Se oculta el racismo detrás de la ausencia de discriminación racial documentada sociológicamente, detrás de los silencios estructurales sobre las instituciones que lo reproducen y detrás de una concepción ya superada que sigue mostrando la integración racial en la fiesta y negando la desintegración racial de la nueva revolución sociológica conservadora: en la economía, en ámbitos culturales específicos, en el espacio urbano y habitacional y por supuesto en la política.
Todo el resto del informe al CERD pone acento en la intensificación de la fiesta como expresión de la labor contra el racismo y la discriminación. También en la historia épica de los afrodescendientes olvidados.
Lleno de peticiones de principio cuando habla de la movilidad social, la igualdad económica y otras dimensiones medibles de la sociedad, las muestras de avance aparecen en lo que podríamos llamar la intensificación visibilizada de los viejos paradigmas de confinamiento cultural y de cooptación épica de la otredad.
Vale la pena reproducir los puntos 12 y 13 del Informe del gobierno al CERD.
Dice el punto 12: “Como resultado de estos debates se acordó incrementar en los programas de estudio de las diferentes enseñanzas el acercamiento a figuras relevantes negras y mestizas y hechos históricos estremecedores vinculados a las expresiones de racismo y discriminación racial en las diferentes épocas de la historia pre-revolucionaria, como vía para aumentar la concientización desde edades tempranas sobre la necesidad de mantener el enfrentamiento a dicho fenómeno”.
Y el punto 13: “ También se reconoció la importancia de seguir desplegando acciones dirigidas a significar el legado africano en la cultura cubana a través de la música, la danza, el teatro, las artes plásticas y otras manifestaciones, conscientes de que este fenómeno también debe enfrentarse en el ámbito cultural”.
Abrir y colorear el panteón heroico e instrumentalizar políticamente la fiesta responde exactamente al viejo paradigma cultural republicano que reprodujo las estructuras sociológicas del racismo y congeló la movilidad social de sectores afrodescendientes significativos. La épica y la cultura, entendida como expresión artística, no son ámbitos para mayorías sociológicas.
Los términos clave del Informe: herencia cultural africana, cultura tradicional, tradiciones de origen africano, figuras relevantes de la historia, acontecimientos estremecedores, muestran la continuidad del paradigma pre moderno sobre la diversidad, manejada en los márgenes ociosos de la sociedad, y la recolonización apurada de los actores que ya no quieren seguir invisibilizados.
¿Por qué la recuperación de los otros se detiene en la cultura artística o en la cultura religiosa y no sigue hacia la cultura cívica, de conocimientos, política o económica que esos mismos otros generaron?
Estos silencios en el Informe al CERD tienen su explicación en la falta de voluntad del gobierno para enfrentar los problemas del racismo en los campos fundamentales: el de la ley, que alumbraría los efectos discriminadores de muchas de las estructuras de la sociedad, recordemos aquí los artículos 72 a 74 del Código Penal que tipifican la llamada peligrosidad social; el sociológico, que demostraría con rigurosidad y científicamente, la reestructuración y la fragmentación de la economía y del espacio urbano siguiendo criterios raciales; el de los valores, donde la ghettización de religiones originarias, paralizadas en sus consecuencias cívicas creativas, provoca comportamientos cerrados y proclividad a la violencia social ritualizada; y político, a través del cual la “representación” racial en los órganos de poder del Estado dejaría de ser la reproducción de paradigmas ideológicos de superioridad racista de unos sobre otros, como acaba de reafirmar el gobierno en el VII Congreso del partido comunista y que se consagra en el Artículo 5 de la Constitución cubana.
Forzoso es contrastar, dado la importancia del ámbito legal en el campo del derecho, cómo el Código Penal cubano es específico en los delitos de genocidio y apartheid, y el Informe al CERD se encarga de reseñarlo en sus puntos 34 y 35, pero no puede hacer lo mismo en los delitos raciales, y es remiso a considerar la recomendación del CERD para que se incluya la motivación racial como agravante en los delitos contra las personas. De hecho, una modificación al Código Penal de 2015 puede estimular la condena alegre a ciudadanos jóvenes por motivos raciales porque faculta a las autoridades policiales para condenas por peligrosidad sin pasar por los tribunales. Una novedad jurídica regresiva.
Del 2011 al 2016 las estructuras racistas en estos campos esenciales de juego social se han redimensionado y, esto es lo peor, se cristalizan en medio de la corporativización de estos campos por la naturaleza doblemente limitada de las reformas modernizadoras del gobierno.
Para el CIR no es extraño que la reproducción persistente del racismo estructural lleve a actos de discriminación racial ejemplares que impactan y escandalizan de cuando en cuando al ámbito mismo de los actores culturales que trabajan o dicen trabajar por combatir al racismo y las prácticas discriminatorias. Un círculo vicioso insuperable dentro de los actuales paradigmas del Estado.
¿En qué estadio estamos a la altura de 2016?
- Se abisman las inequidades raciales en el mercado laboral. Es preocupante la desigualdad en todo el tejido social pero en particular en esa población negra crecientemente pobre, marginada de los principales enclaves de la economía emergente tanto estatal como privada. Según algunos especialistas no existe voluntad política para llevar un registro estadístico de la distribución racial en el trabajo por cuenta propia según los tipos de actividades. Pero la observación sociológica, una herramienta pre cuantitativa, demuestra que los afrodescendientes están subrepresentados en las plazas de mejores oportunidades apenas se benefician del trabajo decente que le permita mejorar su calidad de vida. La comunidad afrodescendiente esta descapitalizada en sentido general no cuenta con los conocimientos profesionales que son rentables en la economía ni cuentan con recursos suficientes para enfrentar las incertidumbres y los retos de la reforma económica lo cual permite que continúen atrapados en los nudos de la pobreza.
- Las prisiones cubanas siguen pobladas mayormente por afrodescendientes. Estadísticas no contrastadas, sitúan en 70% la población carcelaria afrodescendiente en Cuba.
- Las tímidas reformas económicas recrudecen las desigualdades en sentido general y estructuran la nueva economía sobre bases raciales. Los afrodescendientes vuelven a la vieja estructura de oficios de la república antes de 1959, tanto en el trabajo público como en el trabajo privado. Los goznes que traban la movilidad social en los sectores básicos de la economía del conocimiento, la economía digitalizada de servicios y los sectores de renta media y alta se cierran en los umbrales mismos de la afrodescendencia, que se ve desplazada a las periferias de la sociedad y de la economía. El desplazamiento en la sociología urbana, portentoso movimiento al interior del sector blanco de clase media alta, burocratizada y conectada al poder, es una revolución neoconservadora de impacto estratégico sobre la reconstrucción social, económica y política de la ciudad solo comparable a los años 20 y 30 del siglo XX. Con la única e importante diferencia de que los activos de rentabilización económica no fueron creados por esta nueva clase, sino que fueron adquiridos gratuitamente como parte de bienes que ahora funcionan como fuente de acumulación originaria del capital. Ello abre una desventaja agregada porque el punto de partida entre ambos sectores es distinto: los afrodescendientes tendrían que acumular con el trabajo lo que otros obtienen por herencia. De ahí la reestructuración abisal del racismo económico.
- Se ha avanzado en investigaciones sobre la problemática racial cubana, en la que participan instituciones como el Instituto Cubano de Antropología, el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, entre otras, pero no hay un debate abierto en la esfera pública. Muchos de los resultados de estas investigaciones son custodiados como secreto de estado, en particular las que tienen que ver con las políticas de cuadro. Algunos de estos resultados reconocen que hay una sobrerrepresentación de afrodescendientes y mestizos en los grupos empobrecidos, en los de menores ingresos, en los de peores condiciones habitacionales, y una subrepresentación en la culminación de estudios superiores.
- El sobredimensionamiento propagandístico de la sobrerrepresentación afrodescendiente en los órganos de poder proviene de lo que ya constituye un escándalo en la sociología cubana: el censo de 2012 revela el inverosímil dato de que los afrodescendientes constituyen solo el 9,3 % de la población total, y que la suma con los mestizos (26,7%) es menor en casi la mitad (34 %) que la población blanca del país 64,1%. Pero tan importante como la representación, válido también en temas de género y de minorías, es el empoderamiento de la afrodescendencia para su participación en la vida política del país. Qué pueden hacer los actores de una sociedad con el poder y cuál es su alcance es tan o más importante que la representación reproductiva de estructuras que excluyen desde la incorporación participativa. ¿Por qué la supuesta mayor representatividad de mujeres y afrodescendientes no se revierte en políticas a favor de estos sectores? El caso de las mujeres es particularmente llamativo. En términos de representación el sector femenino en Cuba, como en México, ostenta cifras impresionantes. Ello no se traduce en empoderamiento de la mujer en términos de cambios en las estructuras falo céntricas de la sociedad y del poder, más bien se han reforzado. Una consecuencia es la de la feminización de la pobreza en la cual la mujer negra asume la carga más pesada.
- Hay una desmovilización del debate en los medios académicos. Y espacios y proyectos de la sociedad civil que han perdido presencia en las zonas de visibilidad pública, como es el caso de la Cofradía de la Negritud, que le fue arrebatado su espacio en la Casa Comunitaria de La Ceiba, en el municipio Marianao, La Habana. La consecuencia lógica de conducir debates de cámara sin impacto en el público, que acumulan una densidad de ideas y argumentos sin salida y que solo sirven para el juego de marcar disidencias, rehabilitaciones, políticas correctas y figuras simbólicas de poder cultural. La ausencia de discusión pública sobre el tema racial se puede ver por contraste con la presencia de discusiones y programas públicos, que incluyen la televisión y los programas de radio, sobre temas como el SIDA, la drogadicción, la violencia contra la mujer y otros ciertamente controversiales. No hay, sin embargo, un solo programa ni una sola propaganda que toque los temas raciales.
- A estas fechas, no existe una agenda pública como estrategia de incidencia en torno al Decenio Internacional de los Afrodescendientes de lo cual la comunidades afrodescendientes sean las beneficiada.
- Un escenario hostil en el cual organizaciones de base como el CIR desarrollan su trabajo dentro de la isla. La seguridad del Estado ve con preocupación cada una de las acciones o estrategias de incidencia que desarrollan instituciones como la nuestra y despliega operativos policiales hostiles para impedir la asistencia de un determinado número de personas a talleres, foros y conferencias de prensa.
- Se dinamita la posible comunicación con activistas en la academia, instituciones oficiales o posibles visitas de académicos o estudiantes norteamericanos o de la diáspora africana que solicitan licencias de investigación.
- La continua manipulación de la problemática racial en medio del conflicto del Estado cubano con los Estados Unidos lo cual posibilita muchas manipulaciones y desconfianza política que lamentablemente impide la articulación entre diversas plataformas antirracistas, retrasa la lucha y el debate en la esfera pública cubana. El uso de una etiqueta claramente rocambolesca como afro derecha cubana, que no ha tenido mucha suerte mediática, se trató de imponer como parte de esa manipulación anti histórica de la problemática racial.
- Las prácticas discriminatorias en forma de censura, como resultado del racismo estructural vigente, el Consejo Nacional de las Artes Plástica a horas de ser inaugurada impidió la muestra colectiva Siclkemia, con curaduría de los artistas Luis Lamothe Durruty y Ulises LaMadrid la cual fue prevista para el 9 de octubre de 2012 en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales en la Habana. Un colectivo de 25 artistas afrodescendientes de la más reciente hornada de la plástica cubana intentaban valerse del lienzo y la imagen para continuar despertando conciencia y sensibilidad en torno a la problemática racial. Un proyecto que continua congelado en el cual se han levantado murallas, sospechas, resistencias y trabas burocráticas
- La desmovilización de las voces críticas de la cultura urbana alternativa underground.
- El linchamiento mediático contra el ensayista y activista Roberto Zurbano por su artículo El País que viene: Y mi Cuba Negra ? aparecido en The New York Times en marzo del 2013
- La acción ofensiva y humillante hacia el presidente de Estados Unidos, Barack Obama tras su visita a Cuba mediante el artículo de opinión Negro, Tu eres Sueco ? bajo la firma del periodista Elías Argudin publicado en el periódico Tribuna de la Habana, órgano provincial del Partido Comunista de Cuba. No hubo una sanción pública hacia el periódico, los medios oficiales optaron por el silencio.
- La censura el reciente 11 de junio de 2016 de la presentación del libro autobiográfico “Sin Mirar Atrás “, del afamado bailarín y coreógrafo cubano Carlos Acosta, cuya versión cubana ha sido publicado por el sello Arte y Literatura.
- La reciente publicación del estudio Presencia Negra en la cultura cubana, por la Fundación Nicolás Guillén, ediciones Sensemaya, hace un valioso aporte al estudio de la racialidad pero excluye a escritores y ensayistas de primera línea como Roberto Zurbano, Alberto Abreu, afrofeministas como Sandra Álvarez Ramírez, Sandra del Valle Casals, Yulexis Almeida Junco, Ines María Martiatu Terry, Leyda Oquendo, María Ileana Faguaga, Odette Casamayor Cisneros entre otros. Sin hablar de precursores contemporáneos como Carlos Moore y Juan Benemelis ambos condenados al destierro ideológico y la muerte civil y el aporte de nuevas generaciones como Julio Moracem, Pedro Alexander Cuba, etc.
- La pedagogía cubana con su inmenso lápiz apenas dibuja la cultura del Otro, no dialoga con la problemática racial desde los enclaves políticos, cultural y antropológico. La pedagogía del antirracismo está ausente en el sistema curricular lo cual permite que los docentes no tengan las herramientas para intervenir en conflictos de racismo y discriminación en las aulas.
El desafío del CIR, junto a otras plataformas, es en esta dirección no solo cultural, educativa y cívica. Es también político. La posracialidad por la que aboga nuestra institución pasa necesariamente por la vindicación del espacio político construido desde el imaginario de la racialidad, para enfrentar y afrontar en primer lugar la colonialidad interna del poder instituida por el Artículo 5 de la Constitución. La pretensión de articulación social desde el Estado con base en el marxismo-leninismo es una expresión de racismo cultural que obstruye el proyecto de reconstrucción cívica de la sociedad cubana y el completamiento cultural de la nación.
Por eso el CIR participa activamente en la Plataforma Ciudadana #Otro18, y apuesta por la formación de Candidatos #Otro18 que defiendan expresamente su afrodescendencia y que muestren la diversidad democráticamente construida desde la autonomía, trabajando por la reconstrucción ciudadana del poder desde la pluralidad.
Este evento debe ayudarnos en el empoderamiento de un liderazgo político de mujeres y hombres afrodescendientes mientras tanto la lucha frontal contra el racismo y la discriminación es una alarma que tiene que pensarse en voz alta y estar activada permanentemente con acciones y estrategias de incidencia, necesita de respuestas morales pues nuestras comunidades se encuentran atrapadas en un escenario de muchísimas desigualdades.
La Habana, 26 de agosto de 2016
Comité Ciudadanos por la Integración Racial