Era el jueves 18 de junio -pasadas las dos de la tarde- y un recorrido por sus áreas puso de relieve el despoblamiento de animales del otrora espléndido Jardín Zoológico de La Habana. A su entrada siempre es agradable contemplar los tres venaditos de bronce, que están entre los escasos animales que aún habitan el lugar, y con los cuales la fallecida escultora Rita Longa quería dar la bienvenida a los visitantes.
Al entrar a la izquierda se encuentra el estanque de los cocodrilos donde unos niños esperaban que se asomara el único lagarto que parece allí existente, y que solo mostraba sus narices.
En el aviario no era visible ninguna especie de las que allí –profusas- moraban en otros tiempos, como: cotorras, loros y tucanes. Saltaba a la vista en todo el parque la escasez de esta clase de animales, salvo dos avestruces y unos pocos pavos reales.
Una especial atracción para los niños siempre han sido los primates a los cuales están dedicadas numerosas jaulas que permanecen casi todas vacías y en especial, en una de ellas, solo se presentaba un solitario y triste chimpancé.
Respecto a los depredadores solo eran observables dos aburridos tigres y en otro recinto una solitaria hiena. En el famoso foso de los leones -ante la sorpresa de los visitantes- no se apreciaba uno solo de ellos. Un desconsolado oso gris, en otro foso, hacía acto de presencia pero dándole solo sus espaldas al público.
En medio de ese panorama desolador salvaba para los presentes, para no hacer completamente inútil el viaje, la presencia de un camello, un viejo y cansino rinoceronte, varios tapires, algunas cebras y dos o tres especies de venados.
Algunos especímenes que siempre sirvieron para el esparcimiento de la infancia allí, como el elefante, el gorila, el cóndor y las serpientes, brillaban por su ausencia.
Se hacía notar la falta de las ardillas que otrora pululaban trepadas en la infinidad de árboles existentes, pero sobre todo la escasez de público que con regularidad se hacía presente a lo largo de la semana.
La ausencia de curiosos no la explica solamente el despoblamiento de animales sino también la de golosinas, ya que su mayor cafetería estaba desierta y la gran tablilla a su entrada se mostraba completamente en blanco, como anunciando la inutilidad de entrar.
Este centro se construyó en un lugar muy céntrico, con una vegetación exuberante y un magnífico diseño, para exhibir especies de distintas partes del mundo con un fin no solo de esparcimiento sino también cultural y es penoso que haya quedado como un simple lugar de descanso, aunque tampoco eso es de despreciar.
La desolación que allí existe no se puede explicar con la sempiterna excusa del llamado bloqueo, a menos que a esa acción se hayan sumado los países de África, China, Vietnam, la India y todas las naciones con las cuales Cuba tiene relaciones y que podrían proveerla de especímenes.
Si se quiere mantener el lugar como un simple jardín botánico habría que hacer muchas adaptaciones y eliminar las jaulas, pero eso no es lo que desean y necesitan los adultos y menores de la capital y del resto del país que visitan el lugar.
El panorama descrito forma parte del ambiente de desidia e incuria que reina en el país con las pocas excepciones de los centros de esparcimiento para los turistas y la élite gobernante.