La normalización de relaciones entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba es un proceso sin marchas atrás.
Esto quedó corroborado con la histórica visita de Barack Obama a la Isla que en cierta medida contribuirá a acelerar algunos de los proyectos que se negocian desde el anuncio del deshielo en diciembre de 2014.
Los avances como es de esperar estarían por el momento limitados a temas económicos, así como los relacionados con el medio ambiente, el ámbito educativo, la salud pública, entre otros que no despierten la animadversión de las autoridades cubanas.
Con esto me refiero a los asuntos relacionados con las libertades fundamentales, la apertura política y la liberación incondicional de las personas encarceladas por oponerse al dogma oficial.
La respuesta del dictador cubano a una pregunta sobre los presos políticos realizada por el corresponsal de la CNN, durante la rueda de prensa efectuada al final de las conversaciones oficiales, no fue más allá de la ironía, exponiendo además su ordinariez e intransigencia.
El comprometimiento a liberar a los reos si el periodista le entregaba la lista no ha sido cumplido.
No creo que haya liberaciones masivas a instancias de una promesa, cuyo matriz fue el exabrupto. La irritación de Raúl Castro era evidente.
Es posible que en los próximos meses excarcelen a algunos, pero por razones utilitarias.
Nada que haga pensar en un cambio de perspectivas de un gobierno que insiste en la criminalización de las actividades pacificas a favor de un tránsito a la democracia.
Una amnistía general enviaría un mensaje inequívoco sobre la disposición del régimen para desbloquear el camino hacia el establecimiento de un modelo fundamentado en la economía de mercado y la legitimidad de los derechos civiles y políticos de todos los cubanos.
Desafortunadamente gestos como ese, no pasan de ser ilusiones con escasas posibilidades de concretarse, mientras Raúl Castro y sus más estrechos colaboradores, detenten el poder real.
Con el retiro del general-presidente en el 2018, podrían acelerarse los acontecimientos en torno a la normalización.
En ese compás de espera es poco probable que ocurran cambios internos de envergadura.
Mucho menos en lo tocante a la represión contra los grupos opositores y los integrantes de la sociedad civil independiente.
Los actos de repudio y las detenciones arbitrarias continuarán con la misma regularidad.
¿Qué hacer?, pues insistir en la denuncia y en la multiplicación de los esfuerzos porque los cubanos que permanecen pasivos comprendan la importancia de sumarse a una lucha por el bien de todos.
No es fácil, pero tampoco imposible. Como dijo Obama al final de su intervención en el Gran Teatro Alicia Alonso, “Sí se puede”, refiriéndose a la posibilidad de construir una relación bilateral en beneficio de ambos pueblos.
Vale la pena mirar hacia adelante bajo las premisas de esa afirmación con la certeza de que Cuba será algún día, tal vez en menos de una década, miembro de la familia democrática latinoamericana.