Martes , 27 Junio 2017
Fiesta cerrada

Fiesta cerrada

La reapertura de embajadas en Washington y La Habana anunciada para dentro de pocos días y después de 53 años de una candanga de todos los colores y temperaturas ha creado una ilusión de cambios del gobierno cubano de la misma dimensión que tendrá el desengaño. Lo sabe la oposición cubana que ha vivido el proceso de acercamiento, desde diciembre pasado hasta el día de hoy, bajo una represión renovada y feroz que incluye cárcel, golpizas, allanamientos de viviendas y mítines de repudio.

A partir de esa experiencia, los demócratas, los periodistas independientes, los artistas libres y la sociedad civil tienen una posición de aprobación crítica ante el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Es así, entre otras cosas, porque mientras Estados Unidos anuncia medidas de aperturas económicas de todo tipo y una convivencia pacífica con el régimen, los jefes de la dictadura hacen tan fogosa la violencia interna como el cariño por el antiguo enemigo.

El gobierno y su servidumbre reciben la reapertura como una fiesta. Una extraña fiesta a la que no están invitados los dueños de la casa: los cubanos de la calle y los bateyes.

Los grandes sectores marginados de la sociedad la observan desde el patio, ven pasar los manjares y escuchan la música. Unos tiene la esperanza de que les llegue algo del banquete oficial. Otros, los más jóvenes, reconocen que se trata de un nuevo jolgorio ajeno y tratan de irse del país. Y no hay nadie que no sepa que el régimen celebra la alternativa de un nuevo tramo de eternidad con el aire que le llega del norte y su capitalismo de uantutri que administrará el castrismo.

Entre los más optimistas sin invitación se nota un regocijo confuso porque ya los americanos no bombardearan con metralla aquella isla pequeña que recuerda a un caimán, como decía hasta el 17 de diciembre la propaganda del Partido Comunista. Sueñan que la bombardearán los turistas con pantalones de vaqueros y hamburguesas.

La oposición, que trabaja por la libertad, respeta a los que esperan otras cosas, pero recuerda que, en 2014, elegido para iniciar las conversaciones entre Cuba y Estados Unidos, la policía política realizó nueve mil detenciones arbitrarias, la cifra más alta en los últimos cinco años. Como son ellos los que hoy van a la cárcel y reciben los golpes tienen derecho, por lo menos, a ser los portavoces de la desilusión.


 

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