La Necrópolis de Colón está situada en la esquina de la Calzada de Zapata y la calle 12, en el capitalino barrio del Vedado; está declarada Monumento Nacional y es el cementerio más importante del país con una gran extensión. Su patrimonio cultural es muy amplio pues posee un gran número de obras escultóricas y arquitectónicas.
Su calle principal contrasta el verde de su jardinería con el blanco frio del mármol, y conduce a los que lo visitan al centro del camposanto donde se encuentra la capilla. Esta es la única vía interior que está remodelada, las calles que no son las que los turistas interesados en la materia visitan, no ofrecen esta imagen inicial.
Muchas de estas obras escultóricas y arquitectónicas han sido durante años objeto del vandalismo reiterado y en ocasiones se ha visto alguna recuperación parcial en diferentes panteones, pero de forma general, los que están hacia adentro sufren de la falta de mantenimiento.
Una señora que encontré en el lugar nombrada Gladys Martínez Capote, me dijo que ella era católica y que, gracias a Dios, la capilla del cementerio se ha mantenido por la Iglesia.
Rolando, una persona de la tercera edad, intervino en la conversación y con el sentido del humor que caracteriza al cubano, a pesar de la difícil situación que vivimos, expresó: “Yo quiero que cuando me muera me entierren en el patio de mi casa, porque no quisiera que mis huesos terminaran en el caldero de algún palero” (refiriéndose a los que practican la religión Palo Monte)
Heriberto Saguñola, que también es vecino cercano al lugar, dijo que este cementerio tiene apariencia de camposanto, pero los empleados de santos no tienen nada. Explicó: “Aquí se mueve más dinero que en el Centro de Negocios de Miramar”. “Por años el vandalismo ha hecho blanco en este sitio, lo mismo se pierde una obra de arte que un jarrón con flores, cualquier cosa que se pueda vender en el mercado negro”.
La curiosidad fue la que me llevó al cementerio, porque unos vecinos míos, me contaron que lo visitaron para desempolvar y limpiar la bóveda familiar que heredaran de sus abuelos y cuando ya se retiraban, observaron algo que los dejó atónitos, eran dos contenedores de basura que en su interior contenían restos de seres humanos en descomposición.
Pude constatar –de forma personal- la veracidad de lo que estas personas me decían, y dejar constancia fotográfica de tan lamentables escenas, que parecen ser extraídas de una película de terror. Pero también pude ver tumbas que han sido abiertas y así permanecen, otras que no se puede decir cómo han perdido sus formas, en fin, un gran irrespeto por aquellos que mueren y también por sus familiares.
Después de observar toda esta falta de disciplina por parte de los que allí trabajan y dirigen el lugar, hay que darle la razón a Heriberto, pero habría que añadir que hacer negocios con los muertos es una de las cosas más inhumanas que se pueden ver en este país.
La Habana, 18 de febrero de 2017