La gravitación militar en la política venezolana se debe remontar a los tiempos de la independencia y acompaña toda la vida republicana hasta nuestros días; por lo que al buscar este trasfondo bajo cualquier acontecimiento político relevante, siempre podrá encontrarse algo, lo que no es necesariamente bueno ni malo, sino parte de la realidad con la que tenemos que vivir.
Aunque ningún medio de comunicación en Venezuela lo haya destacado, sin empañar el gran jolgorio civil posterior al 6D, el diario ABC y otros medios internacionales han llenado ese vacío, revelando las tensiones militares que habrían discurrido tras el reconocimiento oficial de la derrota electoral del gobierno.
Parece que alguien manda más que Jorge Rodríguez y Tibisay Lucena, que resultan heraldos de algún Deus absconditus. Ese factor X que nadie nombra es el gran elector, el factor militar. La cruda verdad es que en Venezuela primero se cuentan las botas que los votos y aquellas son determinantes, lo que por obvio no requiere demostración.
Esto no debería sorprender a nadie, con solo recordar que el descalabro del 2002 comenzó con la negativa del general Rosendo a aplicar el Plan Ávila, siguió con la lacónica declaración del general Lucas Rincón y terminó con la intervención del general Baduel, mismo que auspició la anterior derrota electoral del gobierno en el referéndum aprobatorio de la reforma de la constitución en el 2007, que bien caro le ha costado.
Lo nuevo en este episodio es que no hay un rostro visible que asuma la responsabilidad de lo ocurrido, que algunos le atribuyen gratuitamente al ministro de la defensa general Padrino López, con su manifiesta incomodidad; pero lo cierto es que el régimen se ha vuelto más hermético y hace imposible discernir quienes, cómo, cuándo, dónde y por qué se pronunciaron.
Todos los analistas sin excepción ponen el énfasis en que el pueblo se movilizó a votar contra el gobierno, algo que en realidad ha venido haciendo consistentemente desde el 2004; pero ninguno explica el cambio de conducta del administrador de los votos, el CNE, que podía torcer los resultados, como era de esperarse, a menos que alguna fuerza lo obligara a comportarse como lo hizo.
Esto no hace al CNE menos controlado políticamente de lo que siempre ha sido, ni demuestra una supuesta división e independencia de los poderes públicos que todo el mundo sabe que no existe; pero sí pone de relieve que hay fuerzas capaces de cambiar la veleta en la dirección de la corriente para que el barco no naufrague (o no del todo).
El problema de estos golpes de timón es que someten al navío a grandes tensiones: unos no entienden el viraje, otros lo entienden pero no lo comparten, estos siguen su mismo rumbo por inercia, aquellos disciplinados cogen la línea haga lo que haga el timonel.
En teoría estos son virajes tácticos, pero se conserva el objetivo estratégico; el supuesto es que luego se podrá retomar el rumbo en las nuevas condiciones creadas por el cambio de situación. Fue lo que hizo Chávez después del 11A de 2002 y diciembre de 2007.
Está por verse si con un timonel invisible, que no quiere o no puede dar la cara, el barco de la revolución podrá seguir su curso, si es que tiene alguno, cualquiera que éste sea.
EL CINISMO TRIUNFA DE NUEVO
Los politólogos solían dividirse entre cínicos y poetas. Los unos pretenden ver el mundo crudamente, atrapar la realidad tal cual es, sin adornos, por eso también les gusta llamarse “realistas”; los otros quieren soñar un mundo mejor, son cultores de la buena fe y lo que más detestan es que se les tome por ingenuos.
Los cínicos aparentan tener un mejor dominio del arte, en particular, de la política y la guerra, que para ellos resumen el compendio de los asuntos humanos; mientras el mundo, la calle, se encarga de defraudar a los poetas, de desbaratar sus vanas ilusiones.
Antes de que se despeje el humo de los fuegos artificiales, los cantos y celebraciones, no más se sacan los numeritos ya se ve quienes acapararon las fichas y quienes se quedaron con los bolsillos vueltos de revés, quienes sacrificaron todo por nada y quienes no arriesgaron nada pero se quedaron con todo.
Por ejemplo, los partidos políticos: Primero Justicia, el relevo socialcristiano de COPEI y AD, abanderado de la socialdemocracia con otros socialdemócratas detrás, sin duda ganaron. Casualmente, los mismos que asistieron a Miraflores para apaciguar al país luego del 12F de 2014. Esto ya prefigura un pacto no confesado pero funcional.
La MUD pasó su aplanadora, como en los viejos tiempos, piloteada casi por los mismos de siempre; mientras otros que les empujaron el carro con gran esfuerzo y sacrificio no tienen partido, ni cargos y sus aspiraciones serán echadas al desván rápidamente.
Por no hablar de quienes perdieron sus vidas, bienes, empleos, los aventados al exilio o se pudren en las mazmorras de la dictadura; éstos tienen menos que celebrar y antes que los anteriores serán olvidados, que hasta tiene algo de embarazoso estar hablando de muertos, presos y exiliados en una cena de Navidad.
El hecho crudo y duro es que unos seguirán comiendo langostas con champaña mientras otros son sumergidos en la ignominia e incertidumbre; pero esto es lo que nos lleva al meollo de la cuestión humana que encierra la disparidad esencial entre cínicos y poetas.
Los cínicos pueden ganar, pero hay algo en ellos que molesta, por eso no pueden exhibirse como lo que son sino que más bien suelen encubrir sus éxitos personales como si fueran “de todos”, victorias del pueblo, es decir, de los sempiternos perdedores.
Si uno de estos días nos invaden los chinos para cobrarse tanta deuda acumulada, gente como Julio Borges, Ramos Allup, Timoteo Zambrano, emergerán formando parte del nuevo gobierno pro-chino. Podrá preguntarse: carajo, ¿cómo hicieron? Y la única respuesta plausible sería, sin que esto implique ninguna acusación: “Es parte de su naturaleza, como del corcho es flotar”. No pueden evitarlo. Ellos son así. Otros, que no sería largo pero sí lastimoso enumerar, serán torturados con torturas chinas, aislados y silenciados, asesinados en la resistencia si es que no logran huir al exilio.
Quizás en todo el mundo es así y siempre haya sido así en la historia, tal vez no exista ninguna razón para pensar que alguna sociedad humana esté o haya estado libre de esa suerte de aristocracia británica, siempre ilustre, alerta, anticipada a la vanguardia, dueña y merecedora de todo, mientras que los demás muerden el fango.
Esto ha dado pie a todas las revoluciones que nunca han terminado en nada que no sea peor injusticia e iniquidad, no exentas de mayor violencia y despotismo.
Si no se encuentra cura para este mal, la próxima revolución que nos sorprenda (quien sabe si sea islámica) no dejará cabezas para ninguna otra.
OLVIDO SELECTIVO
Quizás uno de los mayores perjuicios causados por la fiesta democrática del 6D sea esa suerte de santificación retrospectiva de todas las tropelías cometidas por el régimen en más de dos décadas pasadas y en particular por el CNE en la mitad de ellas.
Vuelven a elevar el globo de la democracia imperfecta, pero perfectible, alaban un sistema perverso, celebran el triunfo de la institucionalidad ya rescatada, ocultan que en Venezuela hay un régimen comunista totalitario, violatorio de Derechos Humanos, con bendición no sólo de la oposición oficial sino de la Iglesia, el Departamento de Estado y hasta Putin ha considerado oportuno llamar al entendimiento entre gobierno y AN.
Se olvida que si el mecanismo es fraudulento, tramposo y las elecciones son controladas por el régimen, entonces lo siguen siendo en todo caso, incluso cuando deciden que lo más conveniente para ellos es que “gane” la oposición oficial, lo que los eleva de cómplices a coautores, beneficiarios de un régimen atroz.
Esto resulta casi grotesco en vista de que fue anticipado por analistas que lo estiman parte de las negociaciones celebradas en La Habana entre John Kerry y Raúl Castro. Aquel, argumentando a favor de la expresión libre de los venezolanos; para éste, la cuestión sería defenestrar a otro miembro del triunvirato que sucedió a Chávez, ya eliminado Rafael Ramírez, dejando solo en el poder al delfín Maduro, garante de que siga fluyendo el auxilio para su languideciente tiranía.
Pero nadie puede predecir la reacción del triunviro ante semejante emboscada, lo que sí es seguro es que no se va a quedar ahí, esperando a la DEA, junto a un número creciente de narco generales que supuestamente engrosarían la lista de sancionados por el Departamento del Tesoro de los EEUU.
Pero todo esto cae en el mundo de la especulación, poco digerible para el público, extraña a la vida cotidiana que es donde está el problema de la oposición oficial. Tal vez ofrecieron demasiado y aunque no les importe no cumplir, tendrán que pagar un precio.
La mayoría de las ofertas electorales de la oposición oficial ni siquiera son competencia de la AN, desde acabar con las colas en los mercados, terminar con la escases de productos básicos, rescatar el valor del salario, reducir la inflación, combatir el acoso del hampa, traer de vuelta los capitales, hasta liberar a los presos políticos, retornar a los exiliados y reconciliar al país. En este punto no hubiera sido exagerado que ofrecieran revivir a los muertos.
Ciertamente, no parece que un período en la AN alcance para tanta cosa y como se dice de los presidentes, ni que vivan dos veces les alcanzaría para lograrlo. Por poner un ejemplo grueso que sí es competencia de la AN, “decretar amnistías”. La amnistía se refiere a hechos, no a personas y tendrían que dictar casi tantas leyes como de presos se trate, que de algunos ni siquiera está claro qué hechos les imputan, cuando no resultan ser rocambolescos y traídos por los cabellos (valga la expresión).
Aún sin instalarse la nueva AN, sin nombrar una comisión para resolver esta cuadratura del círculo, ya tienen planteado un conflicto constitucional para su promulgación. Lo mismo puede esperarse de las demás leyes que elaboren sin consenso del oficialismo.
El país que ha sido apabullado bajo la avalancha de celebraciones por el 6D reaparecerá como la resaca después de la juerga, diciendo: “Seguimos aquí y sin nada que celebrar”.
Esta es una gran oportunidad para la oposición auténtica, para la Resistencia.