El diálogo entre el régimen de La Habana y la Unión Europea tiene banda sonora. Es una iniciativa que cada semana la policía política y sus secuaces se encargan de actualizar.
Para cumplir su encomienda dispusieron en estos días del cuerpo del opositor Jorge Luis García (Antúnez). La música fue estruendosa.
Según las informaciones de su esposa publicadas en varios sitios digitales, la golpiza incluyó tonfazos, patadas y bofetones que le provocaron la pérdida del conocimiento.
El evento tuvo lugar en un centro de detención ubicado en la ciudad de Santa Clara.
Por otro lado se supo del jaleo que hubo en la sede las Damas de Blanco, en La Habana. Alrededor de 20 fueron detenidas.
El propósito de los represores era evitar la reunión que realizan los días 18 de cada mes, para llamar la atención sobre el drama de los prisioneros políticos.
Entre palizas, arrestos, actos vandálicos y encarcelamientos se esfuman las esperanzas de una transición a la democracia. ¿Le interesa a Raúl Castro desplazarse hacia una forma de gobierno que respete todas las libertades fundamentales?
No hay que esforzarse para hallar una respuesta concluyente. Tanto el lenguaje como las acciones tienden a una mayor radicalización, pese a los llamados dentro de las fronteras nacionales y desde otras latitudes a superar las barreras de la intolerancia.
Los pasos dados por la Unión Europea con el fin de conciliar, en el plazo de dos años, un acuerdo bilateral que anule la Posición Común, aprobada en el 1996 y que impide la normalización de las relaciones, podrían convertirse en un traspié a causa de las posiciones de su contraparte.
Los acontecimientos apuntan a la nulidad del intento. En otras palabras, a la gerontocracia no parece interesarle un ambiente de distención.
Al juzgar los hechos, resulta obvio que prefieren el conflicto en aras de mantener los márgenes de legitimidad política.
La dosificación de los desencuentros con los Estados Unidos, y desde la segunda mitad de los 90 con Europa, han sido pilares en la conservación del sistema.
Los totalitarismos, sobre todo en los países subdesarrollados, necesitan del enemigo externo como fundamento para consolidarse.
El aumento exponencial de los actos represivos describe la sordidez del escenario.
La cúpula verde olivo no está apta para contemporizaciones. Ni lo estará, mientras Raúl Castro sea el presidente del país.
Simplemente maniobran en un juego que, hasta el momento, han podido controlar a sus antojos.
Lejos de avanzar en el camino de la racionalidad, hay un retorno a las trincheras. Frente al desafortunado crecimiento de los atropellos, estaría bien preguntarse: ¿tiene sentido confiar en que las reuniones con los representantes de la UE, arrojarán resultados positivos en el campo de los derechos humanos?
Mientras el tono de la banda sonora continúe tan alto, ni pensarlo. Lo más lógico es pensar en la continuación de la impunidad, en medio de una apertura económica que no pasa de ser una caricatura.