Ubicado en el kilómetro 5 de la carretera que conduce al municipio El Salvador, se encuentra el mayor centro penitenciario de la provincia de Guantánamo que para quienes lo han conocido, les queda como único recuerdo una historia aterradora, difícil de olvidar.
Resultan casi imposibles de digerir, las anécdotas que cuentan varios ex convictos cuando se agrupan en una u otra esquina a conversar; o como se acostumbra aquí a decir van a “echarse un rifle” que traducido del lenguaje popular de los guantanameros, es tomarse una botella de ron.
Comentan que los internos se mueren frecuentemente por cualquier enfermedad, la más sencilla, pero sin tratamiento, también hay un alto índice de mortalidad como consecuencia del elevado grado de violencia.
Algunos explican que allí los reos se auto agreden por causa del maltrato de los militares o -en algunas ocasiones- para obtener beneficios antes de tiempo; tales como: pabellones, pases, rebaja de tiempo de sanción, llamadas telefónicas y demás.
Como un ejemplo de auto agresión están las cortadas con cuchillas u otros objetos punzantes, ingieren salfumán, (Ácido clorhídrico), se inyectan petróleo en cualquier parte del cuerpo y en el peor de los casos, se quitan la vida. Los presos se las arreglan para tener acceso a cualquiera de estos medios, inclusive en algunos casos a través de los propios guardias de la prisión.
De igual forma prefieren que los saquen a laborar en el llamado “Plan Confianza”, a pesar de ser obligados al trabajo forzado y muchas veces sin remuneración alguna, se sienten más seguros que en la cárcel.
No obstante, los uniformados reprimen a estos reclusos sin tener en cuenta el estado de salud que tengan luego de haber llevado a cabo la auto-agresión. En ocasiones los golpean desmedidamente o los amarran por periodos de hasta 7 días a una camilla del puesto médico del destacamento donde se encuentran y según su conducta en ese tiempo, si están pasivos o no, tienen sendas soluciones: trasladarlos hacia los pisos o a las celdas de castigo.
Otro de los problemas que más se debaten en estas conversaciones, es la pésima atención médica y la escasez de medicamentos. Explican que el personal asistencial de la salud de la prisión, trata a la población penal como si fueran animales y si reciben la orden de no atender a un recluso -en específico- por parte de los carceleros, entonces el maltrato es a mayor escala.
También se puede escuchar de casos en los que los internos sufren enfermedades permanentes que han sido provocadas por sobredosis o medicaciones erróneas.
Algunos afirman que allí se ingieren bebidas alcohólicas, que son suministradas por los mismos militares, quienes venden media o una botella completa de alcohol al 90 % por valor de entre 20 y 50 cajas de cigarros -que es la moneda de cambio en la prisión, pues no se permite el uso de dinero- lo que se convierte en una utilidad entre 140 y 350 pesos en moneda nacional.
En fin, si quieres escuchar historias que parecen de películas de terror o fantásticas pero que en realidad suceden en el interior de los centros penitenciarios de Guantánamo -y estoy seguro que también en el resto del país- siéntate en cualquier esquina de la ciudad donde se encuentre al menos una persona que haya estado interna allí -muy fácil de encontrar- y entabla una conversación sobre tan penoso tema.
Y no es que uno piense que en el resto del mundo las prisiones son mejores, es que la propaganda gubernamental a través de los medios es tan sensacionalista, que a veces te da la idea que en la prisión se vive mejor que en la calle.
Guantánamo, 26 de mayo de 2016.