LOS GOLPES de Estado y los planes de magnicidio que describe Nicolás Maduro para desviar la atención de los venezolanos abandonaron la estructura tradicional de los filmes de guerra y son ahora una copia de los guiones de las telenovelas. Los divide por capítulos. El de esta semana es el arresto brutal con golpes y empujones del alcalde de Caracas Antonio Ledezma, pero el culebrón se estrenó el 12 de febrero con el anuncio de que 11 militares de la aviación fueron encarcelados por golpistas y porque, entre otras atrocidades, querían bombardear el Palacio de Miraflores.
El presidente le ha puesto una etiqueta intemporal a sus relatos y ha cambiado las formas verbales para un peligroso presente que puede ser infinito: «Estamos desmantelando un golpe continuado promovido desde Estados Unidos, alerto a gobiernos y pueblos del mundo, ya basta de abusos imperiales».
Con las celdas preparadas y la calle a merced de comandos de gorilas encapuchados y con armas largas como el que apresó a Ledezma en su oficina sin orden judicial y con tiros al aire, la tensión de la espera está garantizada y la difusión del miedo y la inseguridad también.
Al alcalde le acusan de participar en hechos conspirativos para organizar y ejecutar actos violentos contra el Gobierno junto a otros tres opositores: María Corina Machado, Diego Arria y el diputado Julio Borges. Así las cosas, la oposición y los observadores internacionales tienen la vista en ellos como probables protagonistas de un nuevo capítulo represivo de los que concibe Maduro en medio de la crisis financiera, la escasez y la pérdida constante de apoyos populares.
El novelón distrae de la escasez y las necesidades, enseña el poder y la eficiencia de los servicios de inteligencia, atemoriza a la ciudadanía y trata de fulminar a los políticos opositores que trabajan por cambiar el país porque Maduro y sus compañeros se sienten débiles ante los comicios parlamentarios señalados para el último trimestre de este año.
Los presidentes de los otros países latinoamericanos, con excepción del colombiano Juan Manuel Santos, que mencionó el tema casi en un susurro y con cautela, han dejado, como siempre, que la escalada de violencia oficial en Venezuela se traspapele en sus mesas de trabajo. Silencio de las democracias de todos los colores. Los gorilas están en las calle pero todavía ninguna desemboca en sus palacios.
[En la imagen: Secuencia de la detención de Antonio Ledezma recogido por las cámaras de seguridad de su oficina]