El Gobierno del presidente Barack Obama decidió esta semana sacar a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Allí estaba desde 1982 y compartía espacio con Irán, Sudán y Siria. El examen que hicieron ahora las autoridades de Estados Unidos de las relaciones internacionales de la dictadura le indicaron que podían tomar esa decisión soberana. Para la oposición pacífica cubana, el periodismo independiente y los artistas libres Washington olvidó evaluar la temperatura del terror dentro de la isla.
Desde aquella tierra, en la que la represión se intensifica y toca todos los días ciudades pueblos y bateyes, lo que piden quienes padecen las golpizas, las celdas de castigos y los atropellos es que, al menos, el documento oficial de los norteamericanos haga una enmienda semántica. Que aclare que deja al régimen fuera de la nómina de patrocinadores del terrorismo «en el exterior», si ese es el resultado de sus investigaciones seguramente rigurosas.
En abril pasado, Obama sí fue claro y preciso, sin amputaciones. Cuba, dijo, «no ha proporcionado ningún apoyo internacional durante los últimos seis meses».
No se trata de una jiribilla estilística. Es que, en coincidencia con esa decisión, los grupos opositores, los comunicadores libres y los artistas rebeldes han visto redobladas las acciones violentas de la policía y de las brigadas de respuesta rápidas de los guatacas gubernamentales. Los episodios con activistas heridos y familias enteras golpeadas y humilladas se han multiplicado y comienzan a ser parte del escenario cotidiano.
Algunos de los periodistas sin mandato y, eventualmente, ciertos líderes locales han expresado que pueden entender el oportuno borrón de Cuba de ese catálogo porque era una exigencia de la dictadura para continuar el camino del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Ellos no se muestran contrarios a ese diálogo, aunque prefieren que los derechos humanos estén mejor situados que el dólar en las agendas.
Lo que molesta es que la medida que elimina al régimen del elenco de terroristas, al mismo tiempo que facilita la continuación de las conversaciones, viene a ser otro campanazo de rímel y crema para su cara sucia y congestionada. Y que no se aprecia ningún interés de los vecinos del norte por denunciar la intolerancia y la agresividad del castrismo contra los demócratas y los grandes sectores marginales de la ciudadanía.
En la imagen: Los congresistas demócratas de Estados Unidos John B. Larson (izquierda), Tom Udall (centro) y Alan Stuart Franken durante una conferencia de prensa el miércoles en La Habana. Allí expresaron su confianza en un pronto levantamiento del embargo a la Isla. (EFE)]