Martes , 27 Junio 2017
Correa y los mediocres

Correa y los mediocres

EL PRESIDENTE ecuatoriano Rafael Correa, como todos sus amigos que han llegado a los palacios cubiertos con un gorro frigio que tiene escrito con tiza la palabra democracia, desde que asumen el poder reciben de la providencia la virtud de la perfección y todo el talento político. Por ese mismo procedimiento divino, sus oponentes, sus adversarios, los que no coinciden con su visión del mundo y de la vida, pasan a ser unos mediocres enterrados en el pasado, unos derechistas vendidos a cualquier imperio, enemigos de los pobres y del progreso.

En ese rincón de la sociedad ha puesto Correa esta semana a los miles de compatriotas suyos que han salido a protestar a las calles de Quito porque rechazan un proyecto de ley del Gobierno que, a juicio de los mas importantes sindicatos del país, limita los derechos laborales. Los manifestantes impugnaban también otros puntos del documento que se llevará a la Asamblea Nacional donde el oficialismo tiene mayoría.

Junto a las principales asociaciones de trabajadores participaron en la marcha representantes de asociaciones indigenistas estudiantiles, trabajadores de la medicina y grupos opositores. El presidente convocó a sus partidarios a una contra marcha y ordenó que se organizara un festival de música en una importante plaza de la ciudad y, antes de que el primer manifestante pusiera un pie en la calle, dijo a los periodistas que los sindicalistas son unos «tirapiedras» y que no dialogaría con los promotores porque sus peticiones son «mediocres».

Según el dirigente ecuatoriano las manifestaciones contra el régimen copiaban las jornadas de rebeldía popular que se vivieron en febrero en Venezuela. «No nos engañemos», afirmó, «esto es un diálogo de sordos. Son los mismos de siempre que se oponen a todo y que buscan que volvamos al pasado».

Para la sensibilidad de Rafael Correa, los hombres y mujeres que protestaron en la capital llevaron otro reclamo hiriente y vejatorio en su carpeta de demandas contra el proyecto gubernamental: el rechazo tajante a una enmienda constitucional que permita la reelección indefinida de las autoridades, incluido el presidente.

El dirigente, en el poder desde 2006, fue reelecto tres años después y también en 2013. Termina su mandato en 2017 pero siente la necesidad de seguir al mando para proteger a los obreros, a los indígenas y a los estudiantes, aunque ellos no quieran.

[En ElMundo.es ]

 

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