Iraida Hernández Valdés, es una mujer de 65 años de edad, que reside en la calle 88, #8120, entre 81 y 83, en el artemiseño municipio de Güira de Melena.
Ella le tocó pasar su vejez con dos personas también de la tercera edad, su hermano de 72 años y un tío de 88. Lo más difícil de esta odisea es que se sienten marginados en su totalidad por la Seguridad Social y por las entidades gubernamentales de su localidad.
Los otros dos ancianos se nombran Carlos Hernández Valdés y Bernardino Valdés Borrego, hermano y tío respectivamente. Iraida es la persona encargada de atenderlos, pero además de la manutención de la casa.
Iraida quiso mostrarme las condiciones de vida que llevan en su casa y me relató todas las gestiones infructíferas que han realizado en los correspondientes niveles del gobierno con el fin de obtener ayuda. En particular se ha dirigido en varias ocasiones a la sede de los trabajadores sociales para que los socorran, ya que necesita culeros desechables para su tío, pero no ha obtenido resultado alguno.
También explica que ha hecho largas colas desde por la madrugada en las oficinas de la Dirección de Vivienda de su localidad, para tratar de obtener los materiales que le prometieron hace años, para el arreglo de su deteriorada casa y todo ha sido en vano.
En un recorrido por su hogar, pudimos constatar el mal estado del mismo, incluso de la forma que tienen que tener al anciano tío, para que no se vaya para la calle, porque presenta una demencia senil en un grado muy avanzado.
La señora -además- se dedica a vender en la sala de su casa todo lo que aparezca, para poder sobrevivir, puesto que solo reciben una simbólica pensión mensual de 150 pesos por la jubilación de su hermano (6 dólares); y es todo el ingreso que tienen los tres.
Como Carlos su hermano es débil visual y padece de hipertensión arterial, está limitado en las posibilidades de dar ayuda para el sustento económico de la familia.
Aun, cuando se difunde por los medios de comunicación oficialista, el esmerado trato que reciben las personas de la tercera edad y lo felices que viven; la realidad para este grupo etario es bien diferente; así como para cualquier familia igual que esta, que esté conformada por ancianos, cosa que se ha hecho muy común en Cuba, porque la pirámide de las edades está invertida y hay una población envejecida.