Moscas, ratones y cucarachas pululan en los incontables y pestilentes micro vertederos dispersos en todo el reparto Alamar, al este de La Habana, a consecuencia del colapso del sistema de recogida de desechos sólidos del sector domiciliar, mayoritario en este reparto periférico de la capital cubana, otrora emblema del desarrollo urbanístico de la revolución y devenido en la actualidad en el mustio dormitorio de sus cerca de cien mil habitantes.
Los más antiguos vecinos del lugar recuerdan la época en que ninguno de los invitados de Fidel Castro lograba escapar de la inevitable visita de ocasión, quienes debían ser deslumbrados por la vertiginosa eclosión de feos y chatos edificios multifamiliares, levantados a toda prisa por hombres y mujeres en su mayoría ajenos al oficio de constructores, para cumplir las fantasías del poderoso mandatario.
Con Fidel Castro en su senil retiro, los extranjeros tras la subasta de la empobrecida isla, Alamar es un sitio aburrido, con sus días monótonos e iguales, dependiente para casi todo de la ciudad capital. Ya nadie quiere mostrar este “logro” del socialismo, ni tampoco habrá quien quiera apreciarlo.