A pocas semanas de haber comenzado el 2012, se erige esta nueva atalaya con el ánimo de redoblar la vigilancia sobre los escuadrones de policías que practican el abuso sin remordimientos y con milimétrica eficiencia.En el lente y las pupilas, en los tímpanos y la memoria, quedarán grabadas las imágenes del ensañamiento y la impunidad.
Muchas palizas en las cárceles, actos de repudios, empellones, ofensas y groserías disparadas por una multitud con pleno dominio en el arte del linchamiento verbal, entre otras tragedias cotidianas, tendrán visibilidad en este espacio a través de artículos, crónicas y comentarios.
Dada la profusión de episodios, será imposible ofrecer una abarcadora muestra de todo cuanto sucede en Cuba relacionado con la flagrante y sistemática violación de los Derechos Humanos.
Más allá de la propaganda oficial con sus ríos de tinta listos para sombrear esas realidades, además de las cortinas de humo que se facturan con fines similares, existen amplias zonas donde la injusticia y el abuso de poder siguen siendo fenómenos que explican la interminable reproducción de los miedos.
La invulnerabilidad jurídica permite la materialización de hechos que contradicen lo que se predica en las tribunas del partido único.
Cualquier ciudadano está a expensas de ser vapuleado de mil maneras por la maquinaria del estado. Son escasas las probabilidades de salir airoso al enfrentarse con algún problema de índole laboral, civil y ni hablar si la controversia es de naturaleza política o ideológica.
La burocracia conjuntamente con la desproporcionada red de policías e informantes, facilitan la vigencia de un clima social que nada tiene que ver con la garantía de los derechos fundamentales.
Para terminar tras las rejas o como un paria, solo hay que abjurar de los aplausos y las simpatías que se prodigan ante situaciones que en privado se reprueban de manera rotunda.
Hoy vemos que las cárceles se mantienen llenas y una amnistía general brilla por su ausencia. Nunca, durante el largo mandato de la elite política que se niega a compartir el poder, ha habido un gesto de esta naturaleza.
El indulto ha sido un procedimiento que por sus características hay que clasificarlo como una maniobra de carácter utilitario. Sus limitaciones y los largos años que han mediado, entre una y otra excarcelación, subrayan la mezquindad de los administradores de un país donde el número de personas encarceladas se mantiene por encima de las 70 000.
Sin reconocer y eliminar las causas que provocan ese incesante fluir de hombres y mujeres hacia esos círculos del infierno, es lógico pensar en un repunte en las cifras de encarcelados.
La tendencia a inclinar la balanza represiva a favor de métodos que no incluyan el internamiento prolongado, podría revertirse a partir del incremento de la crisis interna que no deja un área a salvo de las turbulencias.
Es obvio que tanto en las calles como en las más de 200 prisiones y campos de trabajo, que existen en la actualidad, seguirán ocurriendo eventos de triste recordación.
El discurso del régimen continúa centrado en estigmatizar la pluralidad y el disfrute de derechos elementales que no deberían permanecer omitidos.
Ante la continuidad de esas políticas es de esperar nuevos ciclos de palizas, abucheos y detenciones a quienes se resistan a acatar el legajo de leyes y decretos por medio de los cuales la nomenclatura ha podido prevalecer por más de medio siglo.
El diálogo, la mesura y el sentido común, no parecen estar entre las prioridades de los que gobiernan con mano de hierro.
La muerte y el dolor acechan como fieras hambrientas. Es hora de convencerse de que el “paraíso” socialista es una selva con todos sus atributos.
Desde esta atalaya saldrán pruebas irrefutables de esa vida salvaje. Ya están listas las luces y la voluntad para que el mundo vea algunos pasajes de esas zonas de Cuba que no aparecen en las postales turísticas.
Por Jorge Oliveira Castillo (corresponsal del Observatorio en Cuba)