Rafael Ramírez agrede a Israel abusando de la participación temporal en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con la acusación de planear una solución final para los árabes, en el preciso momento en que su régimen pone en marcha un Plan de Exterminio al que llaman significativamente OLP.
También se le señala como responsable personal y directo de la catástrofe eléctrica que sufre Venezuela de la que es, junto con Alí Rodríguez, actual embajador en Cuba, el mayor beneficiario, tras más de una década al frente del Ministerio de Energía y Minas, presidente de PDVSA y eje de todo lo que gire alrededor del negocio energético.
Hay que ser muy temerario para plantarse ante el podio del mundo a calumniar a otros acusándolos de perseguidores con un prontuario como el de RR, un sujeto conocido por sacar “a carajazos” de la industria a quienes no fueran revolucionarios, porque PDVSA es “roja rojita”, o sea, que es de ellos, no de todos, como dice su propaganda.
Rafael Ramírez y Alí Rodríguez son autores del apartheid laboral más grande de la historia, los más de veinte mil botados de PDVSA, a quienes todavía les deben sus prestaciones sociales y ahorros, no pueden contratar con nadie, las contratistas son sancionadas si les reciben trabajos aunque sea por debajo de cuerda y sus comisarios políticos los persiguen implacablemente hasta arruinarlos o sacarlos del país.
Los abogados que no consiguen ni un tribunal laboral que les admita una demanda contra la industria en amparo de los empleados despedidos. Unos sujetos que se pasaron la vida supuestamente luchando por los derechos de los trabajadores, he aquí que dejaron a los trab
Ningún diplomático advirtió que RR es además primo hermano de Ilich Ramírez, alias Carlos, El Chacal, quien paga prisión perpetua en cárcel de máxima seguridad en Francia por el asalto a la conferencia de la OPEP en Viena en 1975 y el asesinato de al menos dos agentes franceses y un informante. Adiestrado por el KGB y la STASI, dejó caer sus convicciones comunistas con el Muro de Berlín para abrazar al Islam como su verdadera fe, asumiendo la causa del pueblo palestino y la destrucción del Estado de Israel como misión de vida.
Sus vínculos son más que de consanguinidad, ostensible parecido físico, idénticos itinerarios ideológicos y políticos (baste recordar la confusa carta que Chávez le dirigió apenas asumió la presidencia en 1999), crematísticos, desde que la costosa asistencia jurídica del Chacal en Paris, en la que habría que incluir algunos servicios femeninos, se cubre con fondos tan subterráneos y oscuros como el petróleo del que emanan.
La pregunta que RR debía hacer en la ONU no es qué planea hacer Israel con los árabes sino al revés: qué pretenden hacer los árabes con los judíos si llegara a realizarse su proyecto de establecer otro estado árabe, el número 22, en Palestina, juden rein, donde según ellos es ilegal el asentamiento de judíos. Algo han adelantado Hamas, Hezbollah, los ayatolas iraníes: ¿Echarlos al mar, borrarlos del mapa?
Tildar al Estado de Israel de “Estado Nazi” ya se reconoce internacionalmente como un tópico antisemita que no resiste el menor análisis y no puede tomarse en serio. Veamos: nazi es la abreviatura con que se conoce al partido nacionalsocialista obrero alemán y al régimen que su fundador, Adolfo Hitler, impuso en Alemania entre 1933 y 1945.
¿En qué cabeza en su sano juicio puede caber que Israel pueda ser un Estado de supremacía aria, del más extremo nacionalismo alemán, socialismo totalitario y un antisemitismo aniquilador, al punto que su motor ideológico central es exterminar a los judíos dondequiera que estén?
A primera vista pareciera que la finalidad es ofender, insultar en un área particularmente sensible, sobre todo considerando el contexto de la Shoá, un hecho histórico radical no solo para los judíos sino para toda la Humanidad, del que nace precisamente la ONU.
Pero no es sólo eso. La cuestión es producir lo que ellos llaman una “ruptura epistemológica”, muy mal entendida, una suerte de poner al mundo patas arriba, de manera que todos los parámetros con que entendemos la realidad se vean subvertidos. El famoso discurso de Hitler en que profetiza que si los judíos arrastran a los pueblos a una guerra mundial el resultado será no el fin de la raza aria sino el aniquilamiento de la raza judía, ha sido reinterpretado por Hannah Arendt al revés: “Quiero hacer la guerra y trato de matar a los judíos en Europa”.
RR como Ilich Ramírez pueden pasar por psicópatas, de algún modo Chávez también lo era y, por qué no, Fidel Castro, el mismo Adolfo Hitler y un larguísimo etcétera; la cuestión es que sus actuaciones producen daños reales sobre la vida y bienes de innumerables personas.
Lo que conviene a los venezolanos es que RR vaya a hacerle compañía a Ilich, que pague los crímenes de lesa humanidad en que está incurso tras diecisiete años de tiranía comunista en que no ha estado separado ni un minuto del poder.
Pero como las tragedias se repiten en la historia como comedias, ahora se encubre con el raído estropajo del judío como chivo expiatorio.
ANTISEMITISMO JUDÍO
Es fama que de donde discuten dos judíos pueden sacarse al menos tres posiciones perfectamente argumentadas y convincentes, de manera que no sorprende que luego de Rafael Ramírez la diatriba contra Israel la continuara un abogado judío, Michael Sfard, representante de la ONG Yesh Din, especializada en la defensa de los árabes en Israel.
Cuando se observan las numerosas personalidades, ONGs, fundaciones, asociaciones e incluso partidos políticos que en Israel asumen como propia la causa árabe, como quiera que la interprete cada uno, la primera pregunta que asalta la mente es: ¿Por qué no habrá siquiera uno en un país árabe o musulmán que asuma la causa de Israel? Y si apareciera, ¿cómo lo tratarían, por ejemplo, en Irán, Arabia Saudita, por no decir en Palestina?
Esta es otra manifestación sorprendente del particularismo judío y es que nunca se ponen de acuerdo en nada, ni siquiera en la necesidad de defender a Israel. Algunas sectas como Neturei Karta tienen el objetivo manifiesto de oponerse a la existencia del Estado judío y siendo éste el caso, claman por su desaparición porque el sionismo, para ellos, es una herejía.
Neturei Karta predica la sumisión de los judíos al Estado en que vivan la diáspora cualquiera que éste sea, hasta que venga el Mesías a liberarlos, lo que les permite aliarse con Mahmud Ahmadinejah o ser funcionarios de Yasser Arafat, el único Estado al que no se someten ni reconocen es, increíblemente, Israel.
Norman Finkelstein ha ganado una inmerecida notoriedad con un panfleto titulado “La industria del Holocausto”, en el que denuncia el provecho indebido que, según él, obtienen instituciones judías al utilizarlo como arma arrojadiza, incluso el Estado de Israel lo usaría como instrumento de propaganda para concitar apoyos.
Quizás el defecto más chocante de la argumentación de Finkelstein es el del fariseo que niega una limosna porque advierte, súbitamente, que el mendigo se aprovecha de su miseria. El planteamiento tiene cierta plausibilidad, pero ésta no puede llevar al extremo de negar que la miseria exista, que se sufra realmente y merezca alguna solidaridad.
Puede verse a Finkelstein en películas negando que exista el antisemitismo y, como los judíos viven estupendamente en New York, Boston, Miami, es falso que corran peligro en ninguna parte, para terminar haciendo histriónicamente un saludo nazi. Luego se queja amargamente de que su carrera académica fue destruida, no por su paranoia, sino por un tenebroso lobby judío. Su guía intelectual es Noam Chomsky.
Muchos detractores ni siquiera se pueden acusar de antisemitismo, como Daniel Barenboim, notable exponente del buenismo judío que anda por el mundo como suplicando que no lo odien por ser judío, motivo por el cual adopto la “nacionalidad palestina”, ciertamente la única persona que la ostenta siendo israelí; pero clama por el establecimiento de un Estado Palestino, lo que hace incomprensible que tenga la nacionalidad de un Estado que según él mismo dice, no existe.
Bueno, también dice que debe estar comprendido en las fronteras de 1967, que han sido “aceptadas por todo el mundo”; aunque se trata de las líneas de armisticio de 1949 para concertar una tregua, no reconocidas como fronteras internacionales por ninguno de los directamente involucrados. Como si la guerra de los seis días, del Yon Kipur y todas las demás no hubieran ocurrido. O como si las líneas no pudieran modificarse de nuevo si los árabes intentaran otra guerra de agresión.
Es arduo y quizás interminable pasearse por cada uno de los detractores judíos de Israel; pero la buena noticia es que ninguno aporta ni una letra al discurso de los enemigos tradicionales, simplemente asumen su narrativa como propia y repiten la letanía contra la “ocupación”, el apartheid, llaman a los judíos “colonos” en sus tierras ancestrales de Judea, Samaria y Jerusalem, en fin, la revisten de autoridad porque quien la dice es judío; pero una mentira sigue siendo mentira aunque la diga un judío.
Así como la izquierda en Israel no le añade ni una coma a los estribillos de la izquierda mundial, a la que le basta con etiquetar a alguien de “derecha” para descalificarlo de manera instantánea, prescindiendo de cualquier otro esfuerzo de refutación.
Así, la primera víctima del antisemitismo judío es la vocación polémica que siempre ha caracterizado al pueblo judío, en este sentido, es intrínsecamente antijudío.
ANTISEMITISMO CRISTIANO
Las raíces del antisemitismo quizás puedan rastrearse hasta el nacimiento mismo de la religión cristiana, como una polémica entre judíos y una vez que Pablo de Tarso decidió abrir la prédica a los gentiles, la suerte estaba echada. Siendo el judaísmo una religión no-proselitista, está condenada a convertirse en una isla en medio del mar cristiano al que se añaden más tarde las olas del Islam.
Todos los padres de las iglesias cristianas han sentido el imperativo de escribir libelos “contra judíos” desde Agustín de Hipona a Martín Lutero y el espíritu escolástico, tan dado a sutilezas y distinciones, separa el antijudaísmo teológico del antisemitismo de tinte más bien racial o histórico social, a los que habría que añadir hoy el antisionismo, de carácter aparentemente político.
Estas distinciones son utilísimas pues si el antisemitismo tuviera mala conciencia podrían resguardarse en el burladero del antisionismo que tiene más aceptación como oposición, no a los judíos como tales, sino a las políticas del Estado de Israel que son herederas de pleno derecho de los horrores que tradicionalmente se imputan a los judíos, al fin y al cabo, no se conoce ningún sionista que no sea a su vez judío.
El supuestamente neo-antisemitismo, que apenas se hurga un poco revela su vieja fas, está perfectamente tipificado en las llamadas tres D: Deslegitimación, Demonización y Doble Estándar.
Toda afirmación, discurso y propaganda que deslegitima al Estado de Israel, como esa de “Estado Nazi”, colonialista, de apartheid, que pretende desconocerlo como Hogar Nacional del Pueblo Judío y procura su eliminación, es antisemitismo.
La desfiguración de la imagen de los judíos presentándolos como monstruos o seres repugnantes y de Israel como genocida, masacrador de niños, pueblo “deicida”, que acapara todas las riquezas, el oro, hasta el agua y que conspira para dominar al mundo, es burdo antisemitismo.
Por último, la condena de Israel por adoptar conductas que cualquier otro Estado realiza con absoluta naturalidad, como ejercer acciones militares y policiales en defensa propia y de sus ciudadanos; pero también declarar soberanamente cuál es la sede de su capital, como lo hace todo el mundo, eso también es antisemitismo.
Se observa que algunas oficinas de la ONU como la Comisión de Derechos Humanos, la UNESCO, también la Asamblea General e incluso el Consejo de Seguridad, movidos por las mayorías automáticas de los países árabes, musulmanes y no alineados, bajo influencia comunista y socialista, adoptan a diario resoluciones de corte claramente antisemita aplicando un doble estándar cuando se trata de Israel respecto de conductas mucho peores de las demás potencias.
Vale la pena observar que el vocero del alto comisionado para los derechos humanos de la ONU, Rupert Colville y del secretario general, Stephane Dujarric, éste francés, han hecho una profesión de condenar a Israel por aplicación del “uso excesivo de la fuerza”, abusos de derechos humanos, etcétera.
Ahora que se producen ataques terroristas en París y el gobierno socialista de François Hollande responde bombardeando a Siria, ¿dónde están los parámetros de uso excesivo de la fuerza? ¿Qué proporción hay entre aquellos ataques y estos bombardeos? ¿Qué tiene que ver Siria con estos ataques si los perpetradores son ciudadanos belgas y están domiciliados en Bruselas? ¿A título de qué Putin reduce a cenizas las ciudades Sirias? ¿Cómo calza esto con el principio de legítima defensa? ¿Cuándo fue Rusia atacada por los sirios? ¿No se les aplica a ellos el estándar de uso proporcional de la fuerza?
El premio Nobel del doble estándar se lo lleva la canciller sueca Margot Wallström para quien el terrorismo islámico es producto de la desesperación y acusa a Israel de realizar ejecuciones extrajudiciales; no está claro si la desesperación justifica también a ISIS, Al Quaeda, Boko Haram, etcétera, si la policía francesa y belga realizan ejecuciones, ni si la muerte de Osama Bin Laden califica en su doctrina como “ejecución extrajudicial”.
En este punto adquiere absoluta pertinencia la preocupación expresada por amigos judíos de si todas esas campañas de exaltación de los éxitos judíos, listas de judíos distinguidos, premios nobeles, celebridades, no serán más bien contraproducentes.
Por ejemplo, si el libro “Un imperio propio. De cómo los judíos inventaron Hollywood” de Neal Gabler no se da la mano con “El lobby israelí” de John Mearsheimer y Stephen Walt que, desde extremos opuestos, terminan confirmando los sempiternos prejuicios de que los judíos controlan los medios, la cultura y hasta la política exterior de los Estados Unidos y, por ende, de todo el mundo.
Quizás sea una suerte de misterio el hecho de que cada cumpleaños de la fundación del Estado Judío nos sorprenda con una polémica semejante.
Habría que decir: Feliz 68 Aniversario, Israel y que tengas muchos escándalos más.