El venidero abril promete ser para los activistas prodemocráticos un mes significativo en cuanto a represión se refiere.
La realización de un evento en La Habana, similar al que se celebrará en Panamá como parte de las actividades colaterales de la Cumbre de las Américas, es suficiente para colegir las respuestas de la policía política.
El reforzamiento de la represión en las últimas semanas sobre todo en el oriente del país, donde han sido detenidos varios cientos de opositores y miembros de la sociedad civil independiente, pudiera ser solo una muestra de lo que se avecina.
Es casi seguro que la llamada Cumbre Paralela quede como una iniciativa fallida, pero que de alguna manera servirá para volver a poner en perspectiva la intolerancia del gobierno de Raúl Castro ante el foro donde asistirán representantes de todos los países del continente americano.
Aunque primará el silencio y los intentos de desviar la atención del acontecer represivo en la Isla, por parte de la mayoría de los mandatarios allí presentes, será imposible que los hechos pasen inadvertidos.
Algo llegará a la prensa, más allá de los habituales contubernios entre la familia bolivariana (Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua) y quienes en el Caribe se han sumado a la cofradía a cambio de los subsidios petroleros de Caracas, sin dejar de mencionar la pasividad e indiferencia del PRI mexicano, el kirchnerismo en Argentina y del Partido de los Trabajadores en Brasil con el sostenido incumplimiento del régimen de la Isla de casi todas las reglas internacionales que regulan y protegen el ejercicio de los derechos humanos.
Por supuesto que nada detendrá el accionar de las fuerzas represivas en su esfuerzo por desarticular los planes de los movimientos contestatarios.
Desafortunadamente no existe el consenso para presionar a la élite de poder a que legalice el usufructo de los derechos fundamentales.
Es una pena que el único dictador del hemisferio occidental tenga un asiento reservado en el foro de marras sin que haya adoptado compromiso alguno en transitar hacia una democracia.
Su discurso sigue caracterizándose por la ortodoxia y las pocas medidas aperturistas habría que catalogarlas como irrelevantes.
En esencia, la economía continúa estancada y las acciones coercitivas contra cualquier manifestación de descontento se aplican con la misma dosis de impunidad.
Es muy probable que en abril se rompan algunos records y ninguno vinculado a desempeños loables.
Las detenciones y golpizas estarán a la orden del día y tal vez unos cuantos opositores terminen en la cárcel.
Ojalá esta secuencia de episodios sirvieran para desenmascarar al gobernante cubano. Tristemente esa aspiración, es por el momento, como esperar peras del olmo.