La memoria histórica es un concepto de relativa actualidad y por cierto, muy debatido, porque sin dudas los que se esfuerzan en su investigación, están influenciados por experiencias en las que están presentes actos de violencia política, represión gubernamental, persecuciones y otros acontecimientos contrarios a los de una sociedad democrática y en paz.
La Memoria Histórica es individual y colectiva. Es esa parte de la historia que ejerce una influencia directa y que algunos pueden recordar porque la vivieron o conocieron sus actores.
El rescate de esa Memoria es el esfuerzo por conservar una visión de conjunto de lo experimentado por la comunidad, un análisis de lo acaecido, sus motivaciones y consecuencias.
Los testimonios de los actores y/o testigos, son la base de la memoria histórica, una fuente invaluable de conocimientos que aproxima al investigador a los acontecimientos.
Por supuesto, que conocer el pasado no es un antídoto contra los errores ni bálsamo para la necesaria tolerancia entre las partes que participaron en un conflicto, pero la ignorancia es una condición que favorece una conducta irreflexiva que arrastra al abuso y en consecuencia nuevas víctimas y victimarios.
La acción devastadora de una dictadura, particularmente las ideológicas, penetra los puntos más recónditos de la sociedad y del ser humano, por eso es tan abarcadora la memoria que genera.
Las acciones por remotas que hayan sido, y sus consecuencias, inciden constantemente en el quehacer de todos los días, porque al igual que los factores genéticos que en cierta medida determinan el estado de salud de los ejemplares de la especie, los actos del pasado ejercen una influencia definida sobre la sociedad.
El rescate de la Historia no debe tener como objetivo la venganza, sino el conocimiento que impida incurrir en la comisión de los excesos en los que otros cometieron. Debe tener como objetivo una especie de ejemplo-advertencia de lo que puede suceder cuando el hombre pierde la capacidad de respetar la dignidad de otro ser humano.
El conocimiento de la historia es un justo y conveniente instrumento que debe formar parte del arsenal intelectual que posee el individuo, y factor vital en la gestión de los que se dediquen a la cosa pública.
Para lograr esto, la Memoria Histórica es el instrumento adecuado porque las personas que han sido sometidas a un régimen de fuerza, en el que la conciencia individual y colectiva han sido manipuladas y usada para estructurar una verdad oficial, necesitan conocer la realidad de todos y no de una de las partes.
Hay que evitar que la amnesia impuesta se convierta en voluntaria. Se debe recobrar la memoria. No una evocación adulterada. Si se decide enfrentar el pasado debe ser con el compromiso de respirarlo todo, airear lo que conviene y lo que perjudica.
La memoria es necesaria porque hay que descartar la impunidad. Los victimarios están obligados al menos a ofrecer una reparación moral a sus víctimas, ya sea por público arrepentimiento de sus actos o por la abjuración de los principios que defendían.
Los abusos, los crímenes, deben ser aclarados porque el mejor mensaje para el presente y el futuro, es que ningún ciudadano está al margen de la justicia, que no hay impunidad.
Después de aceptar las responsabilidades se está en capacidad para enfrentar asuntos vitales como la reconciliación y el perdón, pero ningún argumento debe ser usado para someter al silencio al que no quiera callar.
Es un derecho de la víctima denunciar y acusar a sus victimarios, si esa es su voluntad. Ningún ciudadano debe dictarle a otro lo que debe hacer con el pasado que le tocó vivir. Esa es una decisión individual que la sociedad debe respetar. Hay un derecho inalienable a la memoria personal y familiar que todos debemos honrar.
No debe haber espacio para lo que se denomina políticamente correcto, sino para lo que es justo. Hay un vínculo indisoluble entre el pasado y el presente y por eso el futuro a construirse debe sustentarse sobre la voluntad del ciudadano y no por la decisión de grupos poderosos o corrientes oportunistas.
Siempre habrá personas e instituciones que pongan reparos a la memoria histórica planteando que lo importante es mirar al futuro y no hacia atrás, porque hurgar el pasado abre heridas y puede motivar exigencias legales y hasta personales, lo que es cierto, pero es un riesgo que vale la pena correr si se quiere evitar cometer los errores que se quieren sepultar.
Hay quienes opinan que sacrificar aspiraciones de justicia en beneficio de la convivencia de todos, es lo más prudente, pero el silencio es potestativo de la víctima y nadie debe abrogarse el derecho de imponer silencio a los que padecieron los abusos de los déspotas.