Parece improbable conocer quién, cuando y donde se usó por primera este calificativo, tampoco se sabe el sentido que el autor o autores atribuyeron al mismo, pero en el presente identifica a hombres y mujeres que con talante irrebatible rechazan negociar con la dictadura castrista.
Es un término que agrupa a quienes entienden que el totalitarismo debe ser combatido sin concesiones de ninguna clase, personas que objetan convivir con los victimarios y repudian cualquier gestión que implique indultar a la jerarquía moncadista de sus crímenes.
Este rechazo, su negativa a participar en contubernios y componendas, les ha hecho acreedores que sectores que favorecen la aproximación y los negocios con los déspotas que dirigen la corporación CastroLlc, los consideren despectivamente personas retrogradas y detenidas en el tiempo, por no admitir que la situación en Cuba ha cambiado.
Un cambio muy discutible. Los líderes son los mismo de hace 57 años. La prensa sigue en control del estado. No hay partidos políticos, y en el reciente Séptimo Congreso del PCC se reiteró que no es necesario cambiar, porque lo que han hecho hasta ahora ha resultado positivo para su objetivo final: conservar el poder.
No obstante, hay que admitir que en algunos aspectos los críticos de los históricos tienen razón porque esas personas siguen detenidas en el tiempo en lo que concierne a seguir defendiendo los valores que prestigiaron a la revolución francesa y la estadounidense, creen en la libertad, la justicia y la igualdad del ciudadano ante la ley y no en “lo que es bueno para mi bolsillo es mejor para mi país”.
Esos retrógrados que integran el denominado Exilio y Presidio Histórico son individuos convencidos que hay valores inmutables que nunca deben ser negociados. Creen en el pluralismo político, el voto secreto y en el inalienable derecho de pensar y expresar las opiniones sin un verdugo que decapite las ideas y a quien las profese.
Su intransigencia es de principios, se fundamenta en los valores que llevaron a luchar contra el colonialismo español, los que condujeron a la revolución de 1933 y a demandar el fin de la Enmienda Platt, los que repudiaron el golpe de militar del 10 de marzo de 1952 y los que enfrentaron el totalitarismo castrista por convicción y no por haber sido perjudicados económicamente por el nuevo régimen.
No son intransigentes con el pueblo al que nunca han negado pertenecer. Los han demostrado por décadas.
Fueron ellos los que viajaron a Cuba para sacar a familiares y amigos por Camarioca, apoyaron a los que llegaron por El Mariel y a los de la crisis de los Balseros de 1994, nunca han estado ajenos, siempre han estado presentes, no para recoger beneficios, sino para entregar un valor superior a la fortuna más cuantiosa, su tiempo.
Los históricos están conformados básicamente por hombres y mujeres que nacieron antes del triunfo del castrismo, pero cuando en su juventud les llegó el momento de elegir, escogieron el camino más difícil, combatir la dictadura.
Muchos fueron a prisión donde fueron testigos mudos de la ejecución de miles de sus compañeros, otros partieron al exilio para continuar la lucha y otros asumieron el compromiso fuera de la isla, pero lo honraron con igual hidalguía. Cierto que mayoría nació hace más de 57 años, el tiempo que llevan los Castro en la otra Cuba, ahora cambiada, porque ha sido diseñada y destruida a la voluntad de sus conductores.
Ellos no se sumaron al régimen para cosechar beneficios, decidiendo no ver ni escuchar lo que ocurría en el país, o partieron al exterior para mejorar sus condiciones de vida, una determinación honorable, pero que al parecer les negó a muchos la posibilidad de conocer lo que ha significado y significa el totalitarismo para Cuba y los cubanos.
Es paradójico pero los históricos, los calificados como intransigentes, han estado toda su existencia vinculados a la causa democrática cubana, han sido de diferentes maneras solidarios con sus compatriotas en la isla, sin embargo, la mayoría de los que favorecen una política de concesiones al gobierno de los Castro, indudablemente hay excepciones, nunca antes estuvieron asociados a la problemática cubana, han venido reclamando rutas sin haber dejado huellas, salvo las que les hayan beneficiado.
Publicado en el Nuevo Herald.