A pesar de que los medios repiten una y otra vez que la “Revolución” no deja desamparado a nadie y que este es un régimen de justicia social, la verdad es otra y se hace evidente por dondequiera que usted vaya, en cualquier lugar de la isla.
Los casos sociales son muchos y la atención a ellos, en estos momentos de crisis, tiende a cero. Para que se pueda tener una idea de cuán dolorosa y difícil es la situación de algunas personas, incluso su total desatención, los remito a Nelvis López Rodríguez, que es una joven de 34 años de edad, discapacitada, que vive con su señora madre nombrada Vivian, en una casa que no tiene condiciones para ser habitada, en el municipio cabecera de Pinar del Río, en la calle Isidro de Armas No.261 entre Avellaneda y Pepe Portilla.
Esta familia, al igual que la mayoría de las que tienen este tipo de problema social, ha presentado numerosas quejas y solicitudes de ayuda en los diferentes niveles de dirección del país, sin que haya recibido ningún tipo de respuesta y mucho menos alguna acción de apoyo.
Nelvis permanece todo el tiempo acostada en la cama, no camina porque debido a la enfermedad que padece tiene una afectación ósea desde su nacimiento. En su casa la familia no tiene ni agua potable para poder mantener la higiene que ella requiere por su delicado estado de salud.
Al lugar donde reside no se le puede llamar vivienda, porque tiene unas condiciones tan malas, que hasta el techo está lleno de huecos. El régimen -que mientras lo necesitó fue paternalista- se ha desentendido de todas estas situaciones, con la entrega de créditos para la reparación de viviendas. Pero hay familias, como la que nos concierne, que no tienen recursos para realizar algún tipo de mantenimiento.
La pequeña chequera que tiene esta minusválida, apenas le alcanza para comprar los medicamentos, que en estos momentos están bien difíciles de conseguir. Su alimentación no es buena y solo cuenta con una dieta que le permite adquirir a precios módicos 720 gramos de carne de res, lo que le alcanza para tres o cuatro comidas, estirándola como hacemos los cubanos. El resto del tiempo la familia tiene que inventar para ver de qué forma pueden alimentar a la joven.
Como es una persona que está acostumbrada a conformarse con poco y vive a solo 800 metros del acueducto, ella pide que una pipa pueda llevar agua a su casa, para solucionar los problemas más acuciantes de la familia. El cubano promedio está habituado a vivir tan mal que esta mujer con un deplorable estado de salud, no aspira siquiera a tener una casa digna, solo quiere que le llegue el agua, aunque sea en pipas.
Pinar del Río, 17 de enero de 2017