Muchos países prohíben o controlan rigurosamente los juegos de apuestas por parte de particulares, sin embargo, numerosos de ellos donde el gestor y beneficiario último es el estado, como las loterías o quinielas, son totalmente legales y son promocionados por parte de esos mismos gobiernos. En Cuba desde que el régimen totalitario tomó el poder fueron eliminados poco a poco todos estos juegos, pero en los primeros años se vendían billetes de lotería a través del Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV) que presidía Pastorita Núñez.
No quedó el más mínimo vestigio de los juegos de casino; electrónicos; otros juegos como bingo, bridge y apuestas deportivas o por arbitrajes. Se cerraron lugares como el hipódromo, las vallas de gallo, el frontón (sitio donde se jugaba pelota vasca), etc. En fin, cualquier juego al azar era un juego prohibido.
Pero siempre a escondidas se jugó la lotería, más conocida como “la bolita”. Se apuntaban los números y se esperaba la “tirada” de la lotería del Táchira o de Zulia en Venezuela; con posterioridad se sustituyó por la lotería de Miami; en estos momentos se hacen 3 jugadas. La diferencia es que, aunque no se ha legalizado de manera oficial, no se persigue y las personas hablan abierto del número que salió y los “listeros” no se ocultan en las calles. El régimen valoró que es una forma de mantener entretenida a alguna gente.
Al parecer los amantes de los juegos de azar no se conforman con esto y sacan a la calle la mesa de dominó, en lo que parece un pequeño juego social, pero detrás está la apuesta. También se hacen peleas de perros, sin ningún sentimiento para con los animalitos ya que no existen leyes que los protejan de los abusos de individuos inescrupulosos, que incluso los maltratan dándoles golpes; pero que algunos acaban muertos.
El desorden social ha llegado a ser tal, que hasta las peleas de gallos se han convertido en algo normal a la vista de todos, con el agravante que cada vez se ven más niños y adolescentes involucrados en este tema.
En el pueblo de San Antonio de los Baños, en la provincia de Artemisa, es algo común, ver al sector más joven de la población en estas prácticas y como si no les fuera suficiente hacerlo en lugares cerrados, lo hacen también en cualquier acera o esquina de la vía pública, como algo muy natural e incluso agradable.
Esto da una medida de lo mal que anda la sociedad cubana en el cultivo de los valores humanos y del bajo nivel cultural que poseen las personas en nuestro país en cuanto a comportamiento en la comunidad. Es por eso que muchos analistas, cubanólogos, se permiten decir que el tejido social está enfermo.
Claro no se les puede culpar a estos niños y adolescentes de que peleen gallos en plena calle, porque esa es la educación que han recibido, nunca se les enseñó a cuidar y a sentir amor por los animales, como seres vivos que son y que merecen respeto, y no que se les esté utilizando en sangrientas peleas.
Cuando se analiza este hecho social, es bien preocupante, porque hay un alto nivel de indiferencia hacia la vida; y los que preparan las peleas, más los que las observan con la mayor naturalidad, sienten desprecio hacia la naturaleza y los seres vivos. Están allí viendo como pelean hasta sacarse la sangre y matarse; desde el punto de vista sicológico, la mente humana procesa esos instintos negativos, que el día de mañana pueden fomentar inclinaciones a malas consecuencias.
Y también habría que considerar que detrás de estas peleas de gallos están las apuestas de dinero, lo que genera un ambiente marginal para esa juventud.
Algunos piensan ¿y dónde están los padres? Pues en la casa, ocupados con todas las carestías y necesidades que tiene la vida del cubano promedio; ni se percatan de lo que hacen sus hijos y si lo hacen lo ven como algo normal y se los permiten. También habría que añadir ¿Y dónde están las autoridades? Pues -de forma desafortunada- la policía hace menos caso todavía de este tipo de práctica, no está en su lista de delitos a reprimir, si pasa por al lado de alguna pelea le hace caso omiso y sigue su camino.
El desorden y la decadencia social se apoderan de la isla, la familia se desmorona en su integridad moral y las autoridades se corrompen para sobrevivir. ¡Esa es la realidad cubana!
Artemisa, noviembre de 2016.