Forman parte del ornato público –a lo largo de toda la isla- los ancianos vendedores de cualquier cosa: periódicos, caramelos, dulce, maní, jabas plásticas, etc.., que les permita a pesar de haber terminado su ciclo laboral, buscarse algunos pesos para poder sobrevivir.
La mayoría de ellos, realizan esta función sin tener la correspondiente patente, lo que los convierte en merolicos ilegales; ello trae aparejado que en ocasiones sean víctimas de redadas policiales, junto a inspectores estatales que los sancionan con elevadas multas, sin tener en consideración su edad, ni tampoco el hecho que los lleva a dejar de descansar para ponerse a luchar.
Un ejemplo de ello es la señora Josefa Martínez García, una anciana de 73 años de edad, que se dedica a vender jabas de confección casera y bolsas plásticas cerca del mercado de Marianao. Ella cuenta que realiza esta actividad de forma ilícita, porque los jubilados por prescripción facultativa no tienen derecho a recibir una licencia para ejercer como trabajador por cuenta propia. Refiere que en su caso particular la solicitó y se la negaron.
Con una pensión de 300 pesos moneda nacional no alcanza ni para alimentarse, explica el vendedor ambulante José Rodríguez Carballoza, de 70 años de edad y además impedido físico. Él trabajó por más 40 años en los ferrocarriles y cuando se retiró la suma mensual que recibe es equivalente a 12 cuc. Debido a lo cual, entregó la licencia y vende de forma ilegal, porque no le alcanza para las obligaciones de la casa, como electricidad, agua y las medicinas de su esposa.
Plantea José que además de los impuestos ser muy altos para sus posibilidades, en ocasiones tiene que sobornar a los inspectores estatales, que buscan cualquier pretexto para que los “unten”, que es la forma que se utiliza para decir que les den dinero.
El viejo Roberto, tiene que “luchar” los pesos a pasito corto, porque sufrió una trombosis que lo convirtió en parapléjico. Se dedica a vender cuchillas, conos de hilo, agujas de coser, etc. Cada día -a pesar de su enfermedad, lo que hace que tenga deteriorada la salud- debe caminar varios kilómetros. La pensión que recibe es de 280 pesos moneda nacional, el equivalente a 11.20 dólares, lo que no es suficiente para sus necesidades y la de su esposa que ya es septuagenaria.
Se pudieran contar muchas más historias, porque hay parques y lugares en específico que se ven muchos de ellos; pero baste decir que esta es la realidad en Cuba para muchos ancianos, algunos incluso pelearon en las guerras llamadas “internacionalistas” y expusieron sus vidas por una migaja. Eso sin señalar de la forma precaria en que viven por falta de un hogar digno para sus edades.
La Habana, enero de 2017