La Misa celebrada en Vignacastrisi, en el parque de San Pío de Pietrelcina, por Bruno Musarò, nuncio apostólico en Cuba y Embajador de la Santa Sede en la isla, fue considerada por el diario diario local Lecce News24. como un “grito de ayuda, pero también una llamada a las armas de la conciencia y el sentido común”.
Mons. Bruno comentó, al finalizar la celebración, las condiciones de absoluta pobreza y degradación humana y cívica en las que vive el pueblo cubano, “víctima de una dictadura socialista que les mantiene subyugados por 56 años”.
A los italianos, “que se quejan de tantas cosas”, el Obispo les hizo saber que en Cuba un médico gana 25 euros al mes, y que para vivir con dignidad algunos profesionales tienen que irse a trabajar de camareros en la noche. Que todo está controlado por el estado, incluso la leche y la carne; que comer el becerro es un lujo, y matarlo para comer implica arresto y dar con tus huesos en la cárcel. Así que “la única esperanza de vida para estas personas es escapar de la isla”.
La iglesia católica está allí para ayudar a los niños, las mujeres y los presos de edad avanzada, pero sobre todo “para contrarrestar a un régimen nacido de la Revolución de enero de 1959”. Porque aún hoy, a medio siglo de distancia, se habla y se elogia algo que no funcionó, y que no sabe cómo alimentar a sus hijos: “la gente muere de hambre, no tiene nada, y el estado celebra la Revolución”, tronó el Nuncio apostólico.
Estoy agradecido al Papa por haberme enviado a esa isla, concluyó el Obispo, natural de Andrano. “Y espero poder regresar después de que el régimen socialista se haya ido definitivamente”.