En muchos países del mundo, tanto se espera la Navidad que al fin llega, de esto habla un verso del poeta francés François Villon, el mayor del siglo XV en su patria.
Sin embargo, la Navidad en Cuba es un acontecimiento -pudiera decirse- un tanto exótico, debido a las décadas en que esta tradición del mundo occidental fue postergada con vehemencia y fanatismo por parte del régimen totalitario; a ello se debe quizás -en primer lugar- que los cubanos se hayan separado de la celebración de este acto de trascendencia espiritual, cuyo símbolo visible es el árbol y sus disímiles adornos.
Desde el mes de noviembre ya se pueden adquirir estos árboles en las tiendas que venden en divisas (aunque se puede pagar en moneda nacional al cambio de 25 por 1) es todo un acontecimiento, porque no son muchas las casas donde usted pueda verlos colocados, aunque los pocos que lo hacen es de forma visible.
Pero el precio de estos arbolitos es muy alto. Son vendidos muy lejos del alcance del cubano de a pie, si se tiene en cuenta que el salario promedio en el país oscila los 20 CUC, lo que está muy por debajo de lo que pueda costar este ornamento navideño; algunos con no muy grandes de tamaño, llegan a valer más de 90 CUC.
Pero suponiendo que se pueda adquirir uno, habría que tener en cuenta el precio que tienen los adornos que lleva, como: guirnaldas, bolas, estrellas, que su costo es exorbitante en el mercado estatal, porque ningún particular se dedica a la venta de ellos.
Comprar todo esto constituiría un gran sacrificio para muchas de aquellas familias que gustan de colocar en sus casas un arbolito navideño. Quizás sea la razón por la cual en aquellos hogares en que se puede ver un arbolito, se prolongue su puesta en escena en algunos casos 2 y 3 meses; lo que hace que se convierta en una Navidad más allá de la Navidad.