La II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) celebrada esta semana en La Habana fue una monumental pachanga antiimperialista y de apoyo a la dictadura cubana. Un festín de la demagogia continental que se sirvió con una oleada represiva de decenas de disidentes y opositores frente a los alegres invitados y con la llegada de un cargamento de pollos congelados que envió el mismo imperio para reforzar el menú de los banquetes fraternales.
Para asistir a la ceremonia sacrificial estuvieron presentes jefes de Estado y representantes de Gobiernos de todos países de la región y dos figuras más universales: el secretario general de la ONU, el coreano Ban Ki-moon y el máximo de dirigente de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, de Chile.
A la hora de hacer la crónica de la cita no se puede hablar otra vez de surrealismo al ver a los políticos que deben ser emblemas de la democracia y el pluralismo en la alabanza de los personajes que han implantado un régimen de partido único y sin libertades. Ni surrealismo, ni realismo mágico. Realidad brutal dictada, en algunos casos, por compromisos ideológicos y, en otros, por intereses económicos y por la competencia para repartirse las ruinas de la isla devastada por el socialismo real.
La tentación de culpar a André Bretón es mucha. El puerto de El Mariel, cercano a la capital cubana, inaugurado unas horas antes de la reunión con discursos de la presidenta brasileña Dilma Russeau y de su anfitrión Raúl Castro, recibió como primera carga 500 contenedores de pollos congelados procedentes de Estados Unidos, pero es que desde el año 2000, le vende a Cuba medicinas y alimentos.
Es desconcertante saber que Ban Ki – moon fuera a La Habana a cortarse el pelo con una peluquera particular, a pasear con su esposa por La Habana y a revisar un álbum de fotos con el jubilado Fidel Castro en un encuentro que consideró «conmovedor y muy impresionante».
Son episodios reales de la bachata caribeña que tiene resonancias.
Con los últimos mojitos de la sobremesa de la Celac y muchos opositores todavía presos, la Unión Europea llegó al acuerdo en Bruselas de que hay que negociar con Cuba un nuevo acuerdo que promueva las relaciones económicas.