Se llamaba Yasmany, tan solo vivió 20 años. Tan solo 20, en la flor de la vida, pero decidió no seguir en este mundo. Vivía en la Comuna, Calzada del Paradero, San Juan y Martínez, Pinar del Río, Cuba, una comunidad donde el ambiente se volvió pesado y aburrido cuando este ya no daba sus gritos de buenos días por donde quiera que pasara.
¿Por qué una criatura tan joven quiso acabar con su vida tan pronto? ¿Qué fuerza pudo incitar a un adolescente, casi un niño, en su último año de Facultad, vigoroso, lleno de vida, a dejar de existir?
En la mañana del 24 de marzo, hacía mucho tiempo no veía tanto dolor en la funeraria del pueblo. Su madre, tías, familiares, amigos, profesores y compañeritos(as) de aula estaban desbastados. ¿Cómo pudo ser? ¿qué le pasó? ¿por qué lo hizo? Podrán hacerse miles de conjeturas, pero solo esa criatura, ahora en la gloria de Dios, lo sabe.
Ya han sucedido muchos suicidios de jóvenes en esta comunidad de Pinar del Río, en pocos intervalos de tiempo. Nadie sabe qué sucede, es un enigma desgarrante. Lo cierto es que siempre duelen esas muertes de seres inocentes apenas empezando a vivir, a disfrutar, a conocer del mundo que les rodea.
¿Qué puede llevar a un adolescente a quitarse la vida? Es muy difícil saberlo a ciencia cierta. Un joven de esa edad es un mundo lleno de sueños y vitalidad, pero también lleno de confusiones, incomprensiones, dudas, preguntas sin respuestas, desengaños, falsas expectativas, y una máquina de cometer errores por la inexperiencia.
Acercarse a ellos desde que tienen uso de razón, no será lo más seguro para entrar en sus mundos internos, pero es la mejor de las opciones para compenetrar con sus visiones, manera de pensar y evitar que no se vayan por caminos enrevesados. La estrecha comunicación de padres-madres con hijos-hijas es primordial para que los muchachos abran su pecho, no se guarden para sí absolutamente nada, confíen en quienes los quieren y aman de verdad, y no se dejen llevar por extraños «consejeros». ¿Cómo lograrlo? No hay manuales escritos, es una tarea difícil, pero vale la pena hacer el intento, dicen los que saben.
No conozco cómo fue la relación entre Yasmany y su ahora adolorida madre. ¿Habrá sido muy estrecha y unida, quizás normal, o…? No lo sé. Catalogar las relaciones humanas lleva una gran carga de subjetividad. Nadie puede juzgar con justicia.
Pero, Yasmany murió, se quitó la vida, apenas empezando a existir. Duele su partida, duele su muerte. Una muerte que el llanto o la rabia no pueden remediar. Una muerte que reactiva la alarma en padres, madres, tíos, abuelos para que les hagan saber a sus pequeños que son sus mejores amigos, que pueden confiar en sus progenitores, que todo estará bien a pesar de los pesares, y que ellos, los jóvenes, son lo más importante en esta vida, y que la vida ya no es la misma si ellos no están.
Descansa en Paz querido Yasmany.