En cada barrio o pueblo en el país, hay un personaje que es conocido por todos, porque resalta por sus hechos costumbristas o por algún otro motivo que lo señala ante la mayoría. Este es el caso de María Eugenia -que no se sabe si así se llama o se hace llamar- pero es una señora de 78 años de edad que se suele ver por las calles de Santiago de las Vegas, de un lado para otro sin rumbo fijo, vaga constantemente por cualquier lugar de este barrio del municipio Boyeros en la capital.
Según cuentan algunas personas que hablan con ella, no tiene una casa donde vivir, ni siquiera un sitio fijo para quedarse a dormir, lo mismo puede ser un parque, o en la terminal de ómnibus o no se sabe dónde. Al estar falta de un hogar, tampoco tiene donde comer y por eso le pide dinero a quienes pasan por su lado y así mendingando logra al menos resolver el problema del día, ya para el día siguiente “Dios dirá”.
Algunos transeúntes cuando la ven piensan que no está bien de la cabeza, pues en ocasiones habla sola, de lo que deducen que esto lo hace por padecer trastornos siquiátricos; pero aquellos que saben que fuma -en ocasiones- le regalan algún tabaco, porque conocen que es lo que le gusta; ella siempre lo recibe con mucho entusiasmo, se pone contenta y se va a sentar en algún banco de un parque, donde poder disfrutar su tabaco sin que la molesten.
La situación de esta señora no es desconocida por las autoridades locales, no solo por el tiempo que lleva así, pero también porque no se oculta a nadie. Lo que no pueden descifrar los residentes del lugar, es por qué no se le ha dado a esta anciana un lugar de acogida, como un hospital o un hogar para personas de su edad; quizás también se le hubiera podido entregar un pequeño local o un cuarto donde pueda vivir.
Pero como acostumbra a suceder en nuestro país, se le hace muy poco caso a este tipo de situaciones, que, por supuesto no dejan de ser tristes, y dicen mucho de lo que sucede en nuestra sociedad, como un ejemplo de lo mal que anda. Sin embargo, los medios noticiosos con mucha frecuencia hacen referencia a las personas sin casa en los Estados Unidos de América -conocidos como homeless- y se recrean mostrando escenas de algunos que están en las calles en lugares fríos, tratando de abrigarse con papeles o haciendo hogueras.
Cuando usted lee en estos momentos “La Historia me Absolverá”, que fue el alegato de Fidel Castro ante el juicio por el asalto al Cuartel Moncada, no sabe si lo que dijo en aquel entonces era lo que pensaba para el país en el futuro. Por ejemplo, refiriéndose al Estado, señaló: “construyen mientras pueden percibir un tipo elevado de renta, después no colocan una piedra más, aunque el resto de la población viva a la intemperie”. “De tanta miseria sólo es posible liberarse con la muerte; y a eso sí los ayuda el Estado: a morir”. “En Cuba, cuando un funcionario se hace millonario de la noche a la mañana y entra en la cofradía de los ricos, puede ser recibido con las mismas palabras de aquel opulento personaje de Balzac, Taillefer, cuando brindó por el joven que acababa de heredar una inmensa fortuna: “¡Señores, bebamos al poder del oro!”.
Al parecer María Eugenia es de las que se quedó sin que el Estado colocara más ninguna piedra, también con ese ritmo de vida los que dirigen el país la van a ayudar a morir y entre la cofradía de los funcionarios que cada vez acumulan más riqueza, acompañados la mayoría de la gordura que da el sedentarismo y el buen vivir, se deben hacer brindis por mantener el poder con los bolsillos llenos de cuc (peso cubano convertible), moneda que esta mujer es seguro que ni conoce.”
Como diría Luis Carbonell, el “Acuarelista de la poesía Antillana”, estas son estampas de mi país, a lo que se puede añadir que hay muchas y muy variadas.
La Habana, 20 de octubre de 2016.