En los últimos meses, a partir de febrero, con el avance de las protestas populares contra el Gobierno de Venezuela, el presidente Nicolás Maduro realiza una intensa labor para mejorar la imagen de su benefactor, amigo personal y compañero de luchas proletarias Hugo Chávez Frías. Usa un método expedito y trágico. El heredero del paracaidista de Barinas, con el apoyo eficaz de sus asesores cubanos, ha organizado una campaña represiva de tal magnitud que su antiguo jefe aparece ahora casi como un demócrata levemente sobresaltado y con mal carácter.
Lo dicen las estadísticas que entregaron esta semana a la prensa varias instituciones de defensores de los derechos humanos. Llevaron las golpeaduras, persecuciones y encarcelamiento al universo liso y pulcro de los por cientos. En 2009, el peor periodo de Chávez como represor, se registro un 7% de acciones agresivas contra la sociedad. Los expertos, que hicieron un estudio en Caracas, Táchira, Bolívar, Mérida, Carabobo y Zulia, aseguran que el nuevo líder lo dejó en la cuneta y ha reprimido un 485% más que su antiguo jefe.
Para quienes monitorean las conductas de la violencia del Estado en aquella nación, la figura de Chávez está superada en ese importante renglón. Su discípulo hace grandes esfuerzos diarios por acercarse a las cifras represivas de sus amigos de Cuba, un promedio de 400 detenciones arbitrarias al mes, palizas a las Damas de Blanco cada domingo, asaltos a las viviendas particulares de los opositores y detenciones violentas en toda la República.
Los números lejanos duelen menos porque no tienen nombre y no dejan ver el dolor ni la soledad de las celdas, no reproducen las posibles quejas de la familia de los 41 muertos o las de los torturados, ni el ruido confuso de los culatazos que describen los documentos. Se han producido 3.161 arrestos desde el 4 de febrero hasta la fecha y 118 venezolanos, 50 de ellos estudiantes, están encarcelados por protestar.