Fidel Castro ha muerto. Es la noticia del día y sin dudas estará entre las relevantes del año. El suceso despierta sentimientos y opiniones encontradas. Llantos, alegrías y odios como resultado de una actividad política de 65 años que influyó de una manera u otra en millones de seres humanos de África, Medio Oriente, Europa y las Américas.
Ciertamente Fidel Castro hizo Historia. Y es sabido que la Historia se interpreta de múltiples maneras.
Sin embargo el mundo no se detiene por nada ni por nadie y en esa dialéctica de cambios seguirá generando noticias relevantes e históricas. Tal vez en los próximos meses o años la noticia relevante relacionada con Cuba será qué tipo de cambios emergieron de los cambios graduales que se gestan en la Isla en la actualidad.
Raúl Castro se posiciona como paladín de un proceso de cambios que persigue convertir a Cuba en una sociedad democrática, próspera, participativa y sostenible construidas desde un “nuevo socialismo cubano”. Retórica falaz y gatopardista descalificada por la calamitosa realidad económica y social de mi país.
En ciencias políticas se afirma que al poder lo erosiona el tiempo. Ya el régimen cubano no es monolito, es poroso y está siendo corroído por los desequilibrios estructurales de la economía, los cambios generacionales y la pérdida de sus apoyaturas ideológicas externas, los cuales son problemas cruciales que no pueden ser enmascarados ni postergados en el tiempo como hacia el difunto porque la persona que impulsa los cambios desde arriba no tiene las competencias de su antecesor.
Por su parte la Oposición cubana está atomizada en cerca de 300 actores entre partidos, proyectos, comités y plataformas totalmente invisibilizados ante el pueblo cubano e incompetentes para forzar cambios al interior del país por carencias de un verdadero liderazgo acorde a las necesidades históricas de la nación y alternativo al Régimen.
Y aquí es donde vuelve a emerger Fidel por última vez. Con su muerte se pone de manifiesto con toda crudeza que en Cuba hay una profunda crisis de liderazgo para direccionar los cambios que la nación reclama. Realidad peligrosa para el País y un poco más allá porque las transiciones suelen ser procesos de una altísima complejidad debido a que los cambios nacidos de cambios son impredecibles. Es por ello que el camino de la reconstrucción de la nueva sociedad cubana postsocialista consta de una larga serie de transiciones que, en mi opinión, en ningún caso deben ser caóticas.
En puridad todo proceso de cambio implica una transición, un camino a seguir para alcanzar una meta. Así, en Cuba se requiere determinar las formas de transición a fin de establecer la viabilidad y sostenibilidad del proceso de cambio y para ello se ha de considerar qué clase de tránsito presupone la forma dada, cuáles son las fuerzas que pujan a favor del cambio o la reacción, en fin, cuáles deben ser los contenidos del proyecto de País.
Para hacerse sostenible políticamente en el nuevo contexto se requiere de una Oposición con más capacidad negociadora, unida en su diversidad y en torno a un liderazgo transicional capaz de posicionar el proyecto de País que indiscutiblemente es el que responde a las necesidades históricas de la nación cubana porque favorece la transición pacífica hacia un modelo económico y social de desarrollo con características nacionales, donde prevalezcan la democracia y un gobierno transparente, responsable y participativo, el respeto de los derechos humanos, las libertades fundamentales y el estado de derecho.
O sea, sin Fidel Castro, en Cuba se abren mejores condiciones para lograr una verdadera transición “impulsada desde arriba” y “forzada desde abajo”. Los cambios acaecidos en las relaciones internacionales favorecen ese proceso. Eso seria una transición cubana y a la cubana.
Integradora de un pueblo que se hará políticamente operativo en el ejercicio de la democracia. Entonces, no me queda dudas, Cuba volverá a ser noticia mundial por un hecho histórico relevante. ¿Fidel Castro? Estará en el lugar donde debe estar.
Foto tomada de blog.elconfidencial.com
Retrato de Fidel Castro en el muro de una carpintería de La Habana, en abril de 2016 (Reuters)