Cuando de sobrevivir se trata; los cubanos son capaces de las más ingeniosas técnicas de enmascaramiento. Así sucede hoy en día con los revendedores de productos agrícolas, cuyo único sustento económico familiar se basa en la comercialización ilegal de viandas hacia distintas zonas de la capital; pero para ello, deben burlar el constante asedio al que están sujetos por los agentes del orden público.
Aquellos que se dedican por completo a esta actividad, son conocidos de forma popular como “jaberos”, aunque se puede afirmar que la gran parte de estos negociantes son del sexo femenino y realizan el traslado de la mercancía -como envase principal- en enormes jabas de confección artesanal.
Su objetivo primordial consiste en la venta de viandas y hortalizas en diferentes zonas de la capital del país, utilizando la vía directa cliente-vendedor, pues consiguen tener algunos puntos fijos donde vender, en los que se incluyen casas.
En la mayoría de las ocasiones, lo hacen de manera solapada, para no ser descubiertos por algunos de los muchos agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) que transitan por las calles habaneras, ya que estarían expuestos a perder la mercancía que trasladaron, pues se la decomisan; pero además pueden recibir una multa de hasta 1500 pesos cubanos (moneda nacional)
Debido a las malas experiencias, con el paso del tiempo, estos vendedores han ido modificando su modus operandi, ahora para el acarreo de las mercancías, utilizan -además de las jabas- recipientes plásticos conocidos como “cubetas” (depósito cúbico de veinte litros).
En dialogo con una señora que dice llamarse Elsa -que a pesar de sus sesenta años de edad- lleva tiempo en estos menesteres, relató que para ellos es más cómodo y práctico el uso de este recipiente por su manejabilidad, además la mercancía sufre menos daños a la hora de trasladarse desde su municipio hacia la capital, lo cual, es de mucha ayuda porque el cliente exige la mercancía en óptimas condiciones. Y lo más importante es que a los ojos de la policía llama menos la atención.
Aun, sin encontrarse tipificados dentro de las categorías que rigen el ejercicio de la actividad cuentapropista, estas personas con su quehacer ilegal, desafían el asedio a diario y constante del que son objeto por parte de la policía e inspectores gubernamentales, quienes, según la fuente, en muchos casos buscan extorsionar al vendedor pidiéndoles dinero.
Pero, según explicó esta señora de la tercera edad, como los que se dedican a este tipo de actividad, lo hacen por ser su único modo de subsistir a la dura realidad económica que enfrenta nuestra sociedad, la mayoría no puede corresponder a este acto de corrupción, por no tener dinero para ello.
Artemisa, 8 de noviembre de 2016