Apostar por una transición en Cuba en un mundo globalizado necesariamente implica responsabilizarse con sus resultados
“Es una jornada histórica” coincidieron en decir los firmantes del Acuerdo de dialogo político y de cooperación entre la Unión europea y Cuba que puso fin a la Posición común de la UE respecto a Cuba en vigor desde 1996. Ocho años duró el proceso negociador.
Calificado por la comunidad internacional como un hecho histórico, en 2014 la administración Obama restableció relaciones diplomáticas con Cuba a partir de un “consenso bipartidista” construido durante casi un decenio que validaba los intereses en impulsar cambios en la Isla.
En el último lustro La Habana ha sido testigo de los pasos de jefes de estado y de gobierno de Italia, Grecia, Alemania, Austria, Portugal, Francia, Canadá, EE.UU., Rusia, China, Irán, Turquía, Japón, Catar, Arabia Saudita, Vaticano…todos importantes actores con influencia internacional a niveles global y regional.
Esa realidad es innegable. Por vez primera Cuba genera unanimidad internacional que, en nuestra opinión, persigue favorecer el clima para una transición. “Los problemas de Cuba deberán ser resueltos solo por los cubanos y en una época postCastro” se escucha decir a los demócratas europeos. Algunos afirman que eso es real política. Pudiera ser. Pero la realidad socio política cubana es compleja y difícil de entender para muchos. Años de diagnósticos y programas equivocados sobre Cuba realizados los políticos y cubanólogos europeos lo demuestran con creces.
Esa Europa que se congratula por el Acuerdo de dialogo político y de cooperación entre la Unión europea y Cuba ha tenido como único interlocutor durante casi una década al estado y gobierno cubanos. Y un proceso social de tanta complejidad como suelen ser los procesos transicionales no se pueden realizar solo por el gobierno del general Raúl Castro. Cubanos somos los millones que vivimos en la Isla y los que están obligados a vivir en el exterior. Los que están a favor del “nuevo socialismo cubano” y los que disienten del gobierno, se oponen a él y son reprimidos por sostener un proyecto de País acorde a las necesidades históricas de la nación y alternativo al régimen. No tener en cuenta esta realidad puede traducirse en un error de enormes consecuencias cuya responsabilidad recaerá en los demócratas europeos.
El Acuerdo de dialogo político y de cooperación entre la Unión europea y Cuba solo favorece a los inversionistas europeos en su competencia por futuros espacios económicos cubanos y al Gobierno cubano que defiende una constitución estalinista que en su articulado establece que el Partido Comunista es la fuerza superior de la sociedad cubana y de esa manera excluye la posibilidad de la democratización de la sociedad.
Apostar por una transición en Cuba en un mundo globalizado necesariamente implica responsabilizarse con su resultados. El flamante y publicitado Acuerdo de dialogo político y de cooperación entre la Unión europea y Cuba pudiera ser positivo si Europa “acompaña seriamente” el proceso de transición pacífica hacia un modelo económico y social de desarrollo con características nacionales, donde prevalezcan la democracia y un gobierno transparente, responsable y participativo, el respeto de los derechos humanos, las libertades fundamentales y el estado de derecho. O sea, y en esto soy reiterativo, Europa debe favorecer una verdadera transición “forzada desde abajo” y “aceptada desde arriba”.
Cuba se encuentra en una momento crucial de su historia: Extinción biológica de su liderazgo historio revolucionario y el fraccionamiento del poder político asociado, importantes cambios demográficos al interior y en la diáspora que favorecen el reclamo generalizado de una transición, crisis estructural del modelo económico socialista, apoyo de la comunidad internacional a un proceso de cambio. Todo ello crea las condiciones objetivas y subjetivas para una transición hacia la democracia a la cubana.
La transición hacia la democracia a la cubana también entraña fuertes desafíos como la necesidad de construir un liderazgo transicional para la construcción de un pueblo políticamente operativo para la democracia con una marcada polarización de 60 años.
Lo anterior supone que se requiere del apoyo y acompañamiento responsables de actores importantes en las relaciones políticas y económicas internacionales como la Unión europea para así aprovechar las fortalezas del procesos transicional cubano y superar las debilidades y amenazas que presenta el mismo.
La UE debe ser consciente de las amenazas que supone un cambio incontrolado y violento en Cuba. Ayudando a los de abajo a forzar la aceptación de los cambios por los de arriba y velando porque el proceso sea democrático y respetuoso de los derechos humanos de todos los cubanos Esa es la oportunidad preciosa que tienen los demócratas europeos: Querer para Cuba lo mismo que quieren para sus países y pueblos. Ojalá sean consciente de su responsabilidad histórica.