Las agresiones a mujeres en Cuba se cobran más vidas que el SIDA y se ubican en la lista de las primeras 35 causas de muerte en Cuba (según datos oficialistas).
Irina Echarry en su artículo titulado ‘Mujer, Revolución y violencia, un trío con buenas relaciones’ manifiesta que el machismo, aupado por la oficialidad, se describe como un problema cultural y, al hacerlo, se naturaliza y justifica. Claro que se trata de una cultura patriarcal, pero eso no significa que no pueda transformarse. Lo que pasa es que el Gobierno actúa en la Isla como un macho tiránico en su casa, decidiendo -entre otras cosas- lo que se puede y lo que no se puede hacer.
No existe en el país una ley de género ni mecanismos especializados para proteger a las víctimas de maltrato y sancionar severamente a los victimarios. No se informa a la población sobre estos hechos de violencia y sus consecuencias, por eso no hay un sitio donde consultar datos sobre esos delitos ni los castigos a los agresores ni las compensaciones a las víctimas.
Ha pasado más de medio siglo desde que Fidel Castro expresara que transformar la situación de la mujer en Cuba debía ser una “revolución dentro de la revolución”, sin embargo, continúan viviendo en un contexto donde los hombres se forjan en la convicción de que deben ser combativos, fuertes, luchadores, fajarines y posesivos. A esto contribuyen, entre otros factores, la Seguridad del Estado, el Instituto Cubano de Radio y Televisión, ciertas creencias religiosas y los programas de estudio de los diferentes niveles educacionales. Los héroes que nos enseñan a admirar son siempre valientes, arriesgados, triunfadores y se resalta la participación masculina en las luchas de liberación, a pesar de que muchas mujeres participaron activamente en ellas.
Unido a eso, en Cuba las mujeres están desamparadas si de acosadores y agresores se trata.
En las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, creadas por la FMC, es cierto que hay psicólogas que orientan, pero no existe un lugar donde la víctima pueda alejarse de su agresivo entorno. Por el contrario, debe permanecer junto al acosador o golpeador, bien porque no puede dejar de trabajar o porque no tiene para dónde ir. Y ya sabemos que, si debe convivir con el victimario, no querrá acusarlo por temor a las represalias.
Otro asunto grave es que las Unidades Policiales están plagadas de hombres y mujeres machistas, las víctimas que se deciden a hacer denuncias, generalmente encuentran una barrera de incomprensión y muchas veces acusatoria. Los agentes de seguridad no creen en su palaba y sugieren que es un problema entre “marido y mujer”, por lo que no se sienten responsables.
Más grave aún es el hecho de que son estos hombres y mujeres quienes acosan y golpean a mujeres opositoras sin ningún pudor.
Así lo expresan las Damas de Blanco, que cada domingo son arrestadas y golpeadas por pedir la liberación de los presos políticos.
“Yo sí me siento violentada (…) soy maltratada. En menos de un mes han allanado mi vivienda dos veces, han allanado la vivienda de mi suegra. Me han llevado al calabozo, me han amenazado con llevarme a prisión. Somos maltratadas física y verbalmente (las mujeres disidentes)”.
“Es una inmoralidad (…) escuchar (en los medios) que el Gobierno está en contra de la violencia contra la mujer y que cada domingo y cada día de la semana el gobierno cubano arremete contra activistas de los derechos humanos, mujeres”, afirma María Cristina Labrada, Dama de Blanco, de 48 años.
“Uno va caminando por la calle y va sintiendo esa presencia policial que lo va siguiendo a uno a dondequiera. Soy una ciudadana normal, no soy una ciudadana de enfrentamiento y sin embargo me tienen un sistema de vigilancia donde quiera que voy, a una tienda, un mercado”.
Es especialmente cruel el caso de Yamilka Abascal Serrano, quien embarazada de 8 meses sufre continuos maltratos psicológicos tanto por unidades policiales como en los juzgados donde se está tramitando su causa (se enfrenta a dos años de cárcel por delitos fabricados) en los que se le negó la necesaria asistencia médica.
(Foto: Yamilka Abascal)