Martes , 27 Junio 2017

DEMOCRACIA, PALABRA PROHIBIDA

Jorge Olivera Castillo.
Resulta paradójico, pero la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba en las postrimerías del mes de marzo, que debía haber moderado la actuación de sus anfitriones en cuanto al uso de sus siempre hiperactivos medios de represión, lo que ha provocado es lo contrario.
Semanas antes de la llegada del Sumo Pontífice, las detenciones, los actos repudio, entre otros actos violatorios de los derechos humanos contra opositores pacíficos e integrantes de la sociedad civil, cobraron una marcada intensidad.
La sumatoria de estos incidentes, previos y posteriores, a la visita del máximo representante de catolicismo a nivel mundial, indica que el temor del gobierno a perder el control, es más creíble que nunca.
Quienes pensaron en la adopción de comportamientos tácticos con vistas a brindar una imagen de tolerancia y mesura, a instancias de la histórica visita, se equivocaron.
De acuerdo a reportes de la ilegal Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, con el alto número de detenidos en marzo, se constató un record para un trimestre (enero-marzo) de personas que sufrieron represalias por sus actividades contestatarias. La cifra alcanzó los cuatro dígitos.
Con su actitud, el gobierno cubano, puso en ridículo la visita del Papa. Los mensajes de amor y paz del líder católico en cada una de sus intervenciones, fueron olímpicamente desoídos por la cúpula que administra el poder en la Isla.
Al cuantificar los incidentes se llega a conclusiones lamentables de una visita que, si acaso, solo sirvió para que la iglesia católica local alcanzara algunos beneficios de menor importancia.
Hasta el momento no ha habido un pronunciamiento público del Vaticano respecto a las víctimas que todavía sufren las consecuencias de la ola represiva. Por supuesto que tampoco, de los que lideran esta denominación religiosa dentro del país
Uno de los casos más conocidos es el arresto, ocurrido el 2 de abril, y posible condena a prisión de varios integrantes de la denominada Unión Patriótica Cubana (UNPACU), dirigida por el opositor y ex preso de conciencia del Grupo de los 75, José Daniel Ferrer. Afortunadamente liberado el domingo 29 de abril.
No hay motivos para cifrar esperanzas, a corto y mediano plazo, respecto a una evolución hacia el pluralismo político y social.
El régimen enseña una vez más cual son las directrices de un futuro que quieren articular a partir del modelo chino, obviamente, con sus particularidades, pero donde los espacios para el ejercicio de la democracia con todos sus atributos, se mantengan cerrados a cal y canto.
Sobran los elementos para confirmar que por ahora la apuesta será por la represión, frente a las acciones que superen la invisible línea de la tolerancia. Lo que hoy es discretamente permitido, mañana es censurado, sin que medie la lógica ni explicaciones de ningún tipo.
Los carceleros, las brigadas de respuesta rápida y los voluntariosos agentes de la policía política, siguen disponibles para aleccionar a los inconformes.
La apertura a medias que quieren legitimar con la colaboración de la iglesia católica y una parte de los emigrados cubanos residentes en Estados Unidos, que no osen cuestionar el socialismo de partido único, ni otras abominables lindezas, empieza y termina en algunas áreas de la economía. El ritmo y la jurisdicción de los cambios lo dictan Raúl Castro y sus asesores. De eso no hay dudas.
Algunos de los potenciales participantes en esta jugada estiman que los cambios económicos posibilitarán la llegada de oportunidades en el campo de la política.
No está claro cuáles serán las reglas que impongan los dueños del negocio, en este asunto. Es una verdad de Perogrullo opinar que cederán a conveniencia. Pensar de otro modo, sería de tontos.
Mientras el poder cuece a fuego lento, otra de las vertientes de su supervivencia, el garrote rebota en las espaldas de los que reniegan de una ideología fracasada.
Por las señales, se vislumbran tiempos de mayores riesgos para los cubanos que han optado por quitarse las máscaras.


 

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