La noticia de la captura del buque Chong Chon Gang con armamento no declarado, nos introduce en escenarios que pretendíamos superados y es una regresión a la fatídica década de los años sesenta, cuando la junta militar cubana decidió con la irresponsabilidad propia de una dictadura y a riesgo de la desaparición física de nuestro pueblo y país, la instalación en el territorio nacional de misiles balísticos con capacidad para portar ojivas nucleares.
Entonces la decisión que nos colocó al borde de holocausto fue tomada por los mismos que todavía gobiernan en la isla y fue apoyada por los mismos generales que participan ahora en esta operación encubierta para hacer llegar a Corea del Norte equipos y piezas que pueden ser utilizados en su programa armamentístico, empeñado en desarrollar misiles nucleares de largo alcance.
Para nadie es un secreto que el parque coheteril norcoreano es una derivada desarrollada a partir de tecnología soviética; su arsenal efectivo está formado por cohetes SCUD-B y C fabricados en la URSS, y por misiles de la serie R. de los cuales los Rodong Coreanos son la versión discapacitada.
Dicho de otra manera, este contrabando de armas no es un incidente aislado, ni se trata de un acto desesperado de subsistencia de la pequeña nación asediada por el vecino del norte, y mucho menos del envió a reparación de sistemas obsoletos “fabricados en el siglo pasado”, como ha dicho el gobierno cubano.
Este trasiego de armas es una transgresión sin paliativos de acuerdos dictados por la Organización de las Naciones Unidas para limitar los afanes belicistas del país asiático. Pero que se desarrolla justo cuando se intenta desde la Unión Europea y los Estados Unidos crear un clima amable en sus relaciones con Cuba. No es un hecho aislado, es la conducta inveterada de un gobierno que ha asesinado la paloma cada vez que recibió un mensaje.
No quedan razones para el entusiasmo, la pandilla del Chong Chon ha destrozado el último resquicio de esperanza de los últimos cándidos, de los parlamentarios y gobernantes empeñados en la cuadratura del círculo, y de los trúhanes y malhechores de la fauna mundial que pescan su ganancia en los revueltos ríos de las dictaduras.
Medio siglo de infracciones es mucho tiempo y a estas alturas la ingenuidad es contubernio y la connivencia es siempre un crimen.
Alejandro González Raga
Director ejecutivo OCDH