Por: Alejandro González Raga
Entre los cerros de San Cristóbal y Santa Lucía concluyó la cumbre Celac – UE, a 550 metros sobre el nivel del mar, otra etapa de este ciclo de política europea para Latinoamérica y el Caribe, en la cual Cuba obtiene ahora un papel protagónico.
La génesis de esta deriva está en los preliminares de otra cumbre: la Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada en Cádiz España, entre los días 16 y 17 de noviembre de 2012.
Desde el arribo a la Moncloa del equipo de Mariano Rajoy Brey y el posterior nombramiento de José Manuel García-Margallo como Ministro de Exteriores, que encontró entre los puntos cardinales de su agenda la celebración de la XXII Cumbre iberoamericana de Jefes de Estados y de Gobierno y la consiguiente encomienda de garantizar su éxito.
Se hacía necesario evitar la fricción con el gobierno cubano, sabida su determinante influencia sobre el gobernante venezolano Hugo Chávez Frías a quien La Habana facilita seguridad, medios de inteligencia y de quien obtienen petróleo, dólares y la influencia sobre los demás países del área.
La VI Cumbre de las Américas en Cartagena de Indias, es un ejemplo del “consenso” fabricado a partir de la dependencia los petrodólares venezolanos. Hay otras anécdotas y otros políticos que confiaron su futuro a esta capacidad, como Miguel Ángel Moratinos abandonado en su pretensión de ocupar la dirección de la FAO, posición que visualizo después de la profilaxis iniciada por La Habana en 2010. Esta oscura “influencia”, llega hasta instituciones como la ONU y sus dependencias: Consejo de Derechos Humanos, UNESCO, etc.
Para la cumbre de Cádiz, ya era prioridad del Ministerio de Exteriores español el rebajar la tensión con Cuba. Hasta el mes de abril del 2002 hubo encuentros con el exilio cubano en España y el Partido Popular había mantenido un posicionamiento de respaldo a los principios democráticos y la defensa de los derechos humanos en la isla.
El mes de julio trae las trágicas muertes de Osvaldo Paya Sardiñas y Harold Cepero Escalante, en las que se vio involucrado el joven español Ángel Carromero, dirigente de Nuevas Generaciones del PP, conductor del coche siniestrado, hecho que añade un rehén a las negociaciones.
A partir de este momento, el PP ordena a sus afiliados no hacer declaraciones sobre el “tema Carromero” y tomar prudente distancia del exilio cubano (hay honrosas excepciones), supeditando así el reclamo de una parte importante de la nación cubana, a la liberación de uno de los suyos. Después de cuatro meses de silencio y encierro, Carromero regresa a Madrid y el Partido Popular deja a un lado el compromiso con la democracia en Cuba. Aunque bien pudo este ser el argumento, de cierto tiente “nacionalista”, para dejar claramente establecida una política que en la práctica ya venía tomando tiempo atrás.
Da un paso más y opta por ofrecer ayuda a asociaciones que participan en actos contra el exilio cubano y patrocinan campañas por la liberación de cinco cubanos presos en los EE.UU por el probado delito de espionaje.
La visita del canciller cubano a Madrid, a nuestro modo de ver, acortó distancias e inició la plática final para la materializaron de los apoyos a temas tratados en contactos anteriores; la cumbre de la CELAC debió estar entre esos temas.
Hace solo unos días Mariano Rajoy confunde peruano con cubano y agradece en Lima, camino a la Cumbre, el noble gesto de la dictadura de liberar un inocente. La paradoja final se escenifica cuando Raúl Castro, suegro de unos de los ejecutores del Senador chileno Jaime Guzmán, asume la presidencia del órgano regional encargado de salvaguardar la democracia y promete estar solo un año al frente de la institución.
Se construye así de manera facticia una realidad, dictada por la precariedad económica y con la inescrupulosa aprobación de la Unión Europea. Sin compromisos con la democracia y el respeto a los derechos humanos.
La presencia de representantes de países de probada tradición democrática convierte esta cumbre en la sepultura de los principios democráticos y los valores morales.
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