Martes , 27 Junio 2017

¿Camino a la cumbre?

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Por: Alejandro González Raga

Entre los cerros de San Cristóbal y  Santa Lucía concluyó la cumbre  Celac – UE, a 550 metros sobre el nivel del mar, otra etapa de este  ciclo de política europea para Latinoamérica y el Caribe, en la cual Cuba obtiene ahora  un papel protagónico.

La génesis  de esta deriva está  en  los preliminares de otra cumbre: la  Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada  en Cádiz  España, entre  los días 16 y 17 de noviembre de 2012.

Desde el arribo a la Moncloa del equipo de Mariano Rajoy Brey  y el posterior nombramiento de José Manuel García-Margallo como Ministro de Exteriores, que  encontró   entre los  puntos cardinales de su agenda la celebración de la XXII Cumbre iberoamericana de Jefes de Estados y de Gobierno y  la consiguiente encomienda de  garantizar   su éxito.

Se hacía necesario evitar la  fricción  con el gobierno  cubano, sabida su determinante influencia  sobre el gobernante venezolano Hugo Chávez Frías a quien La Habana  facilita seguridad, medios de inteligencia y de quien obtienen petróleo, dólares y la influencia  sobre los demás países del área.

La VI Cumbre de las Américas en Cartagena de Indias, es un ejemplo del “consenso” fabricado a partir de  la dependencia los petrodólares venezolanos. Hay otras anécdotas y otros  políticos que  confiaron su futuro a esta capacidad, como  Miguel Ángel Moratinos abandonado en su pretensión de ocupar la dirección  de la FAO, posición que visualizo  después de la  profilaxis iniciada por La Habana en 2010. Esta oscura  “influencia”, llega hasta instituciones como la ONU  y sus dependencias: Consejo de Derechos Humanos, UNESCO, etc.

Para la cumbre de  Cádiz,  ya era prioridad del Ministerio de Exteriores español  el rebajar la tensión con Cuba. Hasta el mes de abril  del 2002 hubo encuentros con el exilio cubano en España y el Partido Popular había mantenido un posicionamiento de respaldo a los principios democráticos y la defensa de los derechos humanos en la isla.

El mes de julio trae las trágicas  muertes de Osvaldo Paya Sardiñas  y Harold Cepero Escalante, en las  que se vio involucrado el joven español Ángel Carromero, dirigente de Nuevas Generaciones del PP, conductor del coche siniestrado, hecho que añade un rehén a las  negociaciones.

A partir de este momento, el PP ordena a sus afiliados no hacer declaraciones sobre el “tema Carromero” y tomar prudente distancia del exilio cubano (hay honrosas excepciones), supeditando así  el reclamo de una parte importante de la  nación cubana, a la liberación de uno de los suyos. Después de cuatro meses de silencio y encierro, Carromero regresa a Madrid y el  Partido Popular deja a un lado el compromiso  con la democracia en Cuba. Aunque bien pudo este ser el argumento, de cierto tiente “nacionalista”, para dejar claramente establecida una política que en la práctica ya venía tomando tiempo atrás.

Da un paso  más  y opta por ofrecer ayuda a asociaciones  que participan en actos contra el exilio cubano y patrocinan campañas por la liberación de cinco cubanos presos en los EE.UU por el probado delito de espionaje.

La visita del canciller cubano a Madrid, a nuestro modo de ver,  acortó  distancias e  inició la plática final para la  materializaron de los  apoyos a  temas  tratados en contactos anteriores; la cumbre de la  CELAC debió estar entre esos temas.

Hace solo unos días Mariano Rajoy confunde peruano con cubano y agradece en Lima, camino  a la Cumbre, el noble  gesto de la dictadura de liberar  un inocente. La paradoja final se escenifica cuando Raúl Castro, suegro de unos de los ejecutores del Senador chileno Jaime Guzmán, asume la presidencia del órgano regional encargado de salvaguardar la democracia y promete estar solo un año al frente de la institución.

Se construye así  de manera facticia una realidad, dictada por  la precariedad económica y  con la  inescrupulosa aprobación de la Unión Europea. Sin compromisos con la democracia y el respeto a los derechos humanos.

La presencia de representantes de países de probada tradición democrática convierte esta  cumbre en la sepultura de los principios democráticos y los valores morales.

 

El contenido de las colaboraciones publicadas en esta web no necesariamente refleja la posición del OCDH sobre el tema específico tratado 


 

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