El maíz -en sus múltiples formas de elaboración y consumo- siempre estuvo asociado en la imaginación popular como un alimento de fácil acceso para las personas de menos recursos económicos. Un alimento al alcalde de todos que se podía adquirir aun cuando el dinero era escaso y no permitía acceder a otros productos de primera necesidad.
Bastaba entonces el adquirir algunas mazorcas y preparar algo de harina dulce o salada. El maíz era un aliviadero natural del hambre, o parafraseando a Nicolás Guillén: “el más accesible, democrático alimento”. Una de las cosas que más influía para abaratar su costo, era que esta gramínea puede ser cosechada en la isla durante todo el año y que su rendimiento es siempre generoso.
El maíz ha pasado de ser un alimento de fácil adquisición a un producto de consumo bastante caro, ya no es aquel aliviadero natural del hambre de los más pobres, pues el rubio color de sus mazorcas está cada vez más lejos del depauperado bolsillo del cubano de a pie.
Nadie sabe o puede revelar que rara alquimia ha convertido sus menudos granos vegetales, en granos de oro, es una transformación inexplicable.
Si se camina por la calle Galiano en Centro Habana u Obispo, en la Habana Vieja, se podrá constatar cómo se comercializan en esos lugares las mazorcas de maíz hervidas, al precio de diez pesos cada una, con ligeras variantes con un agregado de mayonesa o de mantequilla o sin ninguno.
Como puede apreciarse este producto se va haciendo cada día de más difícil acceso para la población, la que ya puede contar al maíz como uno de los alimentos más caros. Hoy consumir maíz en Cuba, es para muchos casi un privilegio
La Habana, 14 de julio de 2015.