El alcoholismo es un padecimiento que genera una fuerte dependencia física del alcohol, manifestándose a través de determinados síntomas cuando no es posible su ingesta. La persona alcohólica no tiene control sobre los límites de su consumo, en la misma medida que desarrolla tolerancia a la droga, va en aumento. Tal es así que se considera como una enfermedad incurable.
Adquiere connotación cuando pasa los linderos sociales, porque esta enfermedad no solo afecta al adicto sino también la vida de todo aquel que se encuentra a su alrededor. Puede decirse que algunos otros factores asociados a este padecimiento son la necesidad de aliviar la ansiedad, el conflicto en relaciones interpersonales, la depresión, la baja autoestima, el estrés o los problemas que tiene la persona que lo ingiere y lo incrementa la aceptación social del consumo de alcohol; que es algo por lo que está pasando la gente en nuestro país.
En cualquier punto de la isla puede verse esto, como ejemplo está el pueblo donde vivo, San Antonio de los Baños, en la provincia de Artemisa; aquí está enclavado un establecimiento que se nombra “La Majagua”, en el cual se reúnen casi todos los adictos de este municipio.
Estos alcohólicos no son “anónimos”, pues para nada les interesa que los vean entrar al lugar y con posterioridad salir en un estado deplorable.
Para los habitantes del pueblo este sitio ha sido y sigue siendo muy mencionado y conocido por las trifulcas que se han armado allí y -que por desgracia- la mayoría de las veces terminan con lamentables consecuencias.
A La Majagua acostumbran a ir las personas más problemáticas que tiene San Antonio. esos que siempre andan “montados”, lo que traducido al idioma español quiere decir que tienen encima algún tipo de arma blanca; ya bien sea un cuchillo, una chaveta o por qué no un machete. Por supuesto, en sus características de guapos, no desperdician oportunidad ni momento para sacarlo y usarlo contra alguien.
El lugar recibe las críticas constantes de aquella parte de la población que detesta este tipo de ambiente tan desagradable. Aquí se le vende a los consumidores ron o cerveza a granel, por lo que los que padecen esta adicción pueden adquirir estas bebidas cada vez que quieran y en las cantidades que deseen. Contrario a lo ineficiente que son los servicios gastronómicos, este siempre tiene algo que vender.
Los fines de semana es cuando se pone peor el ambiente, se reúnen allí un número mayor de personas, pues el lugar funciona durante las noches de sábado y domingo como cabaret, y entre el alcohol, la música alta y los borrachos aquello se torna peligroso.
Hay personas que no conciben una salida a un lugar de recreación, de los pocos que hay, sin descartar el consumo desmedido de bebidas alcohólicas, también es cierto que no hay una cultura de entretenimiento sano; los más viejos cuentan que hace más de medio siglo, salir por la noche a ver las tiendas, ya era un paseo; igual que sentarse en el muro del Malecón en la capital; lo que pasa que ahora esa zona no es apta para menores.
Lo que se percibe en la vida cotidiana del ciudadano promedio, no tiene nada que ver con lo que se proyecta a través de los medios oficiales de difusión, y eso que ya no se habla del “hombre nuevo” porque en las actuales generaciones en que hay gente joven, entre la forma de hablar, la manera de vestirse, la incultura y los malos modales, se hace necesario poner alguna disciplina social.
La Majagua es solo un ejemplo pueblerino de lo que puede encontrarse en todo el país, algunas personas resuelven lo que debería facilitar el Estado, un nivel de vida decoroso, entregándose a la bebida con el fin de ahogar las penas, que en nuestra sociedad son muchas.
Artemisa, 30 de agosto de 2016