Mientras al otro lado del mundo una dictadura brutal parece que comienza a desmantelar su estructura represiva y su gobernante, el ex general birmano Thein Sein, anuncia la libertad de todos los prisioneros políticos, en Cuba otro general (este en funciones) se atrinchera en el tradicional supuesto del enfrentamiento de David contra el gigante del norte. Todo para conservar su monopolio del poder y justificar así la decadencia de un régimen que cumple 55 años de existencia y que como único logro exhibe un país en ruinas moral y económica.
“El gobierno de Estados Unidos está abierto a forjar una nueva relación con Cuba cuando el pueblo cubano disfrute de las protecciones a los derechos humanos fundamentales y la habilidad de determinar libremente su propio futuro político”.
A este planteamiento hecho por el Gobierno de los Estados Unidos el gobernante cubano corresponde con las siguientes palabras en su discurso del pasado 1ro. de enero, palabras repetidas con similares matices en medio siglo y que para el pueblo cubano significan lo mismo que otras tantas acerca de cambios, beneficios y mejoras que nunca llegaron:
“Jamás hemos cedido ni cederemos ante agresiones, chantajes ni amenazas, la política exterior de la revolución siempre ha sido un arma poderosa para defender la independencia, autodeterminación y soberanía”.
Estas declaraciones son un claro ejemplo de la criminalización del ejercicio del derecho por parte del gobierno cubano, que considera que el disfrute de los derechos humanos fundamentales y la capacidad de determinar con libertad nuestro propio futuro son una agresión a la autodeterminación y la independencia.
El gobierno cubano no puede hacer de este dilema el “Do ut des” (“te doy para que me des”) de su relación con los Estados Unidos. En primer lugar porque nuestros derechos son anteriores a cualquier relación entre ambos gobiernos; la soberanía y la autodeterminación solo tienen sentido en el marco del respeto a los derechos de las personas. Y en segundo lugar porque la experiencia ha mostrado que el régimen cubano es muy voluble en el cumplimiento de sus obligaciones (así que si una tercera parte hace algo positivo esto no garantiza que el régimen responda en la misma dirección, incluso si se ha comprometido a ello).
Los 15,425 kilómetros que separan a Cuba de Myanmar cobran una dimensión más amplia ahora que el régimen birmano parece enrumbarse por el camino del respeto a las libertades individuales, que es condición sine qua non para el avance democrático.
El régimen de Thein Sein ha comenzado por derogar leyes que sus autoridades utilizaron para acusar, reprimir y encarcelar a la disidencia, y ha amnistiado a prisioneros políticos. Leyes como las de asociación ilegítima, traición, sedición, reunión, la de salvaguarda del Estado, de peligro de elementos subversivos y daños al interés público, similares a las que el régimen cubano mantiene y continúa utilizando para reprimir los derechos de sus ciudadanos y poder festejar muchos años más en el poder.
Los pasos dados por el régimen de Myanmar van en la dirección correcta, y debería ser el camino a emprender por el régimen cubano.