Martes , 27 Junio 2017
Desacuerdo final

Desacuerdo final

“Especial homenaje: tendremos que rendir homenaje a la memoria y abnegación de ese titán de los pueblos de nuestra América, el presidente eterno Hugo Chávez Frías, sin cuyo apoyo e impulso inicial nada de lo alcanzado hubiera sido posible. No hay duda de que Bolívar y él aún tienen mucho que hacer en América.”

Esta declaración de alias Timochenko en la apertura de la X conferencia guerrillera de las FARC-EP, que ratifica la que hizo el día del cierre del Acuerdo en La Habana, tiene que asombrar a los venezolanos porque ocurre que el titán siempre negó aquí tener la menor relación con las FARC-EP cada vez que fue interpelado al respecto.

Incluso cuando las computadoras de Raúl Reyes confirmaron el affaire de los 300 millones de dólares, cuando encontraron lanzacohetes suecos y otras armas con sellos venezolanos en campamentos guerrilleros, cuando el canciller Rodrigo Granda entre otros fue capturado en Caracas y así ad infinitum.

Siempre pretendió ser un árbitro imparcial y buen componedor, hasta que el Presidente Uribe decidió prescindir de sus servicios como facilitador por andarse reuniendo con militares colombianos sin autorización de su gobierno. Pero, un sujeto que se había pasado la vida conspirando en los cuarteles venezolanos ¿por qué no habría de hacerlo también en los colombianos si, al fin y al cabo, es la misma Gran Colombia? Siendo los cuarteles venezolanos viveros de comunistas ¿por qué no habrían de encontrarse allá  también algunos oficiales rojillos?

Claro que estaba mintiendo; lo más grave es que lo reconocía en cadena nacional, como cuando se burlaba de sus superiores que le llamaban tibiamente la atención por sus actividades conspirativas y a quienes negaba enfáticamente lo que estaba a la vista de todo el mundo. Sin duda esto requiere de una catadura moral muy singular.

Juan Manuel Santos nos hizo un gran favor al explicar que “la política tiene mucho de hipocresía”. “Es parte del juego. La capacidad de bluff, de engañar”. Seguido de un paradójico acto de sinceridad: “El político que diga que no es así, es un mentiroso”. Veamos, Santos es un hipócrita confeso, pero debemos confiar en él porque el político que venga a decirnos que no es hipócrita, está tratando de engañarnos.

Puede concluirse que las negociaciones Santos FARC-EP tienen como fundamento la mutua desconfianza, de allí su enrevesamiento, al contrario de los negocios entre gente normal que se basan en la “fides”, la mutua credibilidad, que se ha incorporado al sentido común y sin la cual sería imposible la más mínima convivencia.

Su gira llevando el Acuerdo a Instituciones Internacionales es la patética representación de un hombre enfermo que realiza el sueño de su vida sabiendo que es puro teatro. No en balde JMS, alias Juanpa, alias Santiago, declaró a Chávez, alias José María, alias Tribilín, como su nuevo menor amigo.

Y a las FARC-EP como su nuevo mejor aliado.

¿NO MÁS FARC?

Exorbitante es la palabra que mejor describe los Acuerdos. Quienquiera que tenga la tenacidad para remontar 297 páginas de enrevesadísimos términos, siglas ininteligibles, repeticiones insufribles, condimentados con esa retórica de género de voceras y voceros, negociadoras y negociadores, del “buen vivir” del que estamos hartos los venezolanos, tiene que preguntarse al final, pero esto, ¿se puede hacer?

No digamos las FARC-EP, que modifica todo el ordenamiento jurídico  colombiano siendo una organización ilegal; digamos mejor Santos y sus negociadores que deben sujetar sus acciones a lo dispuesto en la Constitución y leyes de la República, caso contrario, sus actos son nulos y sin ningún valor.

Dejemos a un lado la nueva distribución político territorial con “16 Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz para la elección de 16 representantes a la Cámara de Representantes de manera temporal y por dos períodos electorales”, donde los partidos que cuenten con representación en el Congreso no podrán inscribir “candidatos ni candidatas”. Más “23 Zonas Veredales Transitorias de Normalización y 8 Puntos Transitorios de Normalización”, a las que se les reconoce ¡espacio aéreo! Para la “democratización del espectro electromagnético” 1 emisora de televisión cerrada y 31 emisoras de radio.

De otro lado las prestaciones económicas para las FARC-EP: 10% anual de apropiación presupuestal para el funcionamiento de los partidos y movimientos políticos, 5% para propaganda, 5% para un centro de Pensamiento y Formación Política, financiación estatal de las campañas para la Presidencia y el Senado “no sujeta a devolución”. Garantizándole un  mínimo de 5 curules en el Senado y en la Cámara, mientras tanto, 3 voceros “con las mismas facultades de los congresistas, salvo el voto” y 1 delegado ante el Consejo Nacional Electoral.

A cada guerrillero le tocan: 8 millones de pesos para emprendimientos, 8 millones para vivienda o proyectos individuales, 2 millones de Asignación Única de Normalización, Renta Básica durante 24 meses prorrogables, seguridad social pagada por el gobierno durante 24 meses, mercados por un año o bonos, insumos y alimentos para animales, salud, educación, hasta los desayunos de los niños en zonas de sustitución de cultivos y paremos de contar para no abrumar.

Pero lo que no puede dejarse de lado es ¿cómo pueden comprometer diez millones de hectáreas de tierras para una supuesta Reforma Rural Integral para una Nueva Colombia? ¿De quién son esas tierras ahora? ¿Cómo se las van a quitar? Y para embarcarse en un experimento social cuyos resultados no necesitan buscar en Rusia o China, basta ver lo que han hecho aquí, en Venezuela, con esa misma cantidad de hectáreas robadas por el régimen de Chávez y sucesores.

El quid de la cuestión es que este es un eje central de la ideología comunista: que el latifundio es aliado natural del imperialismo, por lo que quebrarle el espinazo a la oligarquía latifundista es la única forma de alcanzar una mítica segunda independencia.

Timochenko proclama que no sólo resistieron “la más larga y violenta embestida del poder imperial y sus aliados del capital nacional y el latifundio” sino que pudieron sentarse “con ellos” a negociar los Acuerdos. O sea que negociaron con el imperialismo, del que Santos y sus negociadores son simples agentes.

El punto es que no se trata de resolver ningún problema campesino sino un problema político que ellos creen superado en Cuba y Venezuela, aunque el costo sea que la gente se muera de hambre, lo mismo que infaliblemente ocurrirá en Colombia.

Allá lamentan que en este extensísimo documento no se mencione nunca la palabra Dios, algo comprensible siendo suscrito por un Estado “laico” con organización comunista en sede marxista leninista; lo que sí extraña es que no aparezcan las palabras clase, lucha de clases, burgueses, proletarios, capital, explotación, imperialismo, que aquí hasta llaman a Estados Unidos por su verdadero nombre.

La pregunta es si las FARC-EP habrán abandonado realmente la filosofía que las inspira desde su fundación para adoptar una nueva ideología que, a juzgar por los Acuerdos, debe ser una ideología de género, multicultural, pluralista y diversa como tanto repiten en el texto.

Pero apenas Timochenko coge un micrófono arremete contra “los medios al servicio de la oligarquía” y confiesa lo que interesa: que no se arrepienten ni se van a arrepentir de nada, han hecho y seguirán haciendo lo que tienen que hacer, éste sólo es un giro táctico para llegar a su objetivo que sigue siendo tomar el poder en Colombia, allá quienes quieran engañarse.

Esta falta de arrepentimiento es supremamente importante porque implica ratificar que lo que pasa en Venezuela les parece estupendo, siguiendo el modelo de Cuba, ven esto como un proceso inevitable, que básicamente está bien y es el camino a seguir.

Sin contrición no hay propósito de enmienda y “no repetición”.

VARGAS LLOSA, CARTER Y GAVIRIA

Es imposible reseñar 297 páginas exuberantes sin producir un documento varias veces mayor y decir apenas una fracción de lo que habría que advertir como más urgente, porque Santos y las FARC-EP sólo dieron 30 días para digerir lo que ellos fraguaron en 4 años y aprobar en bloque, “SI” o “NO”, con una pregunta maliciosa.

Pero llega un auxilio inesperado de los partidarios del “SI” y sus argumentos. César Gaviria es el jefe de campaña, personaje inolvidable en Venezuela porque se instaló 6 meses aquí, siendo secretario general de la OEA, por lo que es  presumible que no se ocupaba de otra cosa y el resultado más visible de su diligencia fue la relegitimación del régimen chavista.

Quizás su controvertida experiencia ayude a interpretar frases enigmáticas que se repiten en el Acuerdo como “asegurar la transversabilidad del enfoque de género en todo el ámbito de trabajo”, que “se incorporará un enfoque transversal de etnia, género, mujer, familia y generación”, y las reiteradas alusiones a la comunidad LGBTI, que sabe qué tendrán que ver con la insurgencia de las FARC-EP.

El Acuerdo crea una Misión Electoral Especial ¡con el Centro Carter! Esa organización antisemita financiada por los jeques árabes que, junto con César Gaviria, avaló el sistema electoral fraudulento impuesto en Venezuela desde 2004. Basta ver cómo ayuda a “la promoción de los partidos, derecho a la protesta, movilización, organización, igualdad de condiciones en la competencia política”, a “promover la mayor participación electoral” y sobre todo “el reconocimiento y respeto del opositor político”.

Son exactamente los mismos actores con el mismo discurso y plan de destrucción entreverados en un oscuro documento que los colombianos van a votar aunque muy pocos hayan leído y menos comprendido, inducidos por una propaganda oficial insidiosa y eso sí, mucha, mucha corrupción, tal cual como hicieron en Venezuela.

Si quedaran dudas, aparece Mario Vargas Llosa que otra vez abusa del tremendo altavoz que le brindan el premio Nobel y el diario El País de España para acribillar a la opinión pública con falacias dándoles un barniz de respetabilidad intelectual.

Como hace cuando agrede a Israel utilizando renegados judíos, toma la opinión de un colombiano, Héctor Abad, quien a pesar de que su padre fue asesinado por paramilitares asegura que “ya no me siento víctima”; aunque en su artículo compara críticamente la desmovilización de los paramilitares con el pacto Santos-Timochenko.

La posición de los expresidentes Pastrana y Uribe la explica como una cuestión de celos porque Santos habría logrado lo que ellos no pudieron, le parece comprensible que adopten para su envidia una máscara  más noble, el rechazo a la impunidad; pero ésta es un precio muy bajo para la Paz, además, para impunes, las autodefensas. De su cuñado, Federico Uribe, secuestrado por las FARC, dice: “Tal vez tenía el apellido equivocado”.

A Vargas Llosa le parece memorable esta argumentación que “ayuda a ver claro donde todo parecía borroso”. Pero su mayor error es comparar los casos de Irlanda, El Salvador y Guatemala que, aunque no son comparables, inquieta advertir que el Sinn Fein es gobierno en Irlanda, el FMLN en El Salvador y es falso que éste último y Guatemala vivan hoy en paz, teniendo índices de violencia, criminalidad y corrupción sólo superados por los que sufre Venezuela.

La pregunta de Héctor Abad que convenció a Vargas Llosa es falaz con un toque aterrador: ¿No es mejor un país donde tus mismos secuestradores estén libres haciendo política, en vez de un país en que esos mismos tipos estén cerca de tu finca, amenazando a tus hijos, mis sobrinos, y a los hijos de tus hijos, a tus nietos?”

Clamorosamente ¡NO! Alarma que en la mente de personas inteligentes e informadas quepa la idea de que una buena solución contra la amenaza de merodeadores sea ¡mandarlos al Congreso! Para que hagan las leyes que te regirán a ti, a tus hijos y a tus nietos; y que algo así lo publique con gran despliegue el diario El País.

 

Es difícil saber qué sentido de la justicia tendrá Vargas Llosa o el señor Abad, de quien sólo sabemos que no abriga en su alma deseos de venganza, por lo que su decisión no debe estar influida por “las garantías de seguridad y lucha contra las organizaciones criminales sucesoras del paramilitarismo”.

Sería interesante conocer su comparación entre el compromiso del gobierno para la “revisión de los antecedentes de los servidores públicos en todas las instituciones del Estado con el fin de verificar cualquier involucramiento que hayan tenido los anteriores con grupos y/o actividades de paramilitarismo”. De otro lado: “El gobierno nacional impulsará las medidas necesarias a objeto de depurar de los bancos de datos de las centrales de inteligencia y seguridad, los nombres e informaciones relativas a las y los integrantes de organizaciones de derechos humanos, integrantes de la oposición y de las y los integrantes del nuevo movimiento político que surja del tránsito de las FARC-EP a la actividad política y de sus familiares”.

Lo que nos conduce al aspecto subversivo del Acuerdo que destruye por completo principios esenciales de Derecho como la Igualdad ante la Ley, la no retroactividad de las normas, la Cosa Juzgada, el Juez Natural, borra la diferencia entre amnistía e indulto como prerrogativas legislativa y ejecutiva, respectivamente e impone juicios estalinistas de confesiones forzadas.

El Acuerdo fue aprobado “por unanimidad” en la X Asamblea de las FARC-EP, lo que ilustra su idea de democracia, mientras Santos lo consigna en la ONU y deposita en Ginebra asimilándolo a un Tratado Internacional de Carácter Humanitario, ambos se acogen al Hecho Cumplido independientemente de lo que ocurra en el Plebiscito.

Vargas Llosa desde el Olimpo nunca responderá por estas cuestiones que angustian a simples mortales, como no le incomoda coincidir con Pablo Iglesias que también vota “SI”, mientras se refocila en odio antisemita desde la emisora iraní Hispantv y brinda asesorías remuneradas al régimen de Maduro quien declaró los Acuerdos “parte del legado del comandante Hugo Chávez para nuestra América”.

En el fondo, reconforta observar que al fin todos terminan reunidos en el mismo bote.


 

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